11 de septiembre de 2011

Una visión Perversa


Los agresores pueden engrandecerse a costa de rebajar a los demás, y evitar cualquier conflicto interior o cualquier estado de ánimo al descargar sobre el otro la responsabilidad de lo que no funciona. Si no hay culpa, no hay sufrimiento. La perversión fascina, seduce y da miedo. Los pequeños actos perversos son tan cotidianos que parecen normales. Empiezan con una sencilla falta de respeto, con una mentira o con manipulación.

El mensaje no confesado es "No te quiero", pero se oculta PARA QUE EL OTRO NO SE MARCHE.
El otro debe permanecer para ser frustrado permanentemente. Al mismo tiempo , hay que impedir que piense para que no tome conciencia del proceso .
Cuando un individuo perverso entra en un grupo, tiende A REUNIR A SU ALREDEDOR A SUS MIEMBROS MÁS DÓCILES CON LA IDEA DE SEDUCIRLOS. Si un individuo se niega a alistarse, el grupo lo rechaza y lo convierte en chivo expiatorio.

De este modo , entre los miembros del grupo, se crea una relación social en torno a la crítica común de la persona aislada, y en torno a los cotilleos y los chismes. En este punto , el grupo ya se halla bajo la influencia del perverso e imita su cinismo y su falta de respeto. No se puede decir que estos individuos hayan perdido todo sentido moral, pero, al depender de una persona sin escrúpulos , han perdido todo sentido crítico.
La conducta perversa no incluye únicamente una persecución del poder sino también y sobre todo una utilización del otro como si fuese un objeto , o una marioneta, algo que al perverso le produce un gran placer.

Resulta asombrosa su ilimitada animadversión, que suele provenir de motivos fútiles, y no tiene ninguna compasión de las personas que se encuentran acorraladas en situaciones insoportables.

La seducción perversa utiliza el instinto protector del otro. Es una seducción narcisista: busca en el otro un único objeto de fascinación, a saber, la imagen amable que tiene del seducor. Por medio de esa seducción de una sola dirección, el perverso narcisista procura fascinar sin que lo descubran.
El poder del seductor hace que la víctima se mantenga en la relación de dominación de un modo dependiente, mostrando su consentimiento y su adhesión. Eventualmente, esto trae consigo amenazas veladas o intimidaciones. El seductor trata de debilitar para transferir mejor sus ideas. Hacer que el otro acepte algo por coacción supone admitir que no se considera al otro como a un igual. ( ejemplo: encerronas).
Así, el dominador puede llegar a apropiarse de la mente de la víctima, igual que en un verdadero lavado de cerebro. Entre los trastornos que pueden implicar trastornos de la personalidad, la clasificación internacional de las enfermedades mentales tiene en cuenta a los sujetos que se han visto sometidos durante mucho tiempo a maniobras de persuasión coercitiva tales como el lavado de cerebro, el encauzamiento ideológico o el adoctrinamiento en cautividad.

El dominio se manifiesta en el ámbito de las relaciones y consiste en una dominación intelectual o moral que atestigua el ascendente o la influencia de un individuo sobre otro.La víctima pierde poco a poco su resistencia. Pierde toda opción de criticar. En ningún caso se trata de un consentimiento por su parte, sino que ha quedado dosificada, se ha vuelto incapaz de tener un pensamiento propio y sólo puede pensar igual que su agresor.
La estrategia perversa no aspira a destruir al otro inmediatamente. Lo importante es conservar el poder y controlar. Su víctima no es más que un objeto que no debe abandonar su posición de objeto, un objeto que se puede utilizar, y no un sujeto interactivo.
El perverso se presenta al observador con un aire de perfecta inocencia. Pero, dado que un perverso da muy poco y pide mucho, se pone en marcha un chantaje implícito "Si me muestro más dócil terminará por apreciarme o amarme".
La manifestación de una búsqueda de amor y de reconocimiento desencadena su odio y su sadismo.La fase de dominio es un periodo en que la víctima permanece relativamente tranquila siempre y cuando se muestre dócil, es decir, si se deja captar en la tela de araña de la dependencia.
Durante esta fase, el agresor mantiene a la víctima en tensión, en un estado de estrés permanente. En general los observadores externos no perciben el dominio. Se puede iniciar así un proceso de aislamiento. El entorno empieza a ver a la víctima como una persona desabrida, quejumbrosa, y obsesiva.
En cualquier caso , ha perdido su espontaneidad. La gente no termina de comprender qué ocurre , pero se ve arrastrada a juzgar negativamente a la víctima. El proceso adopta, por tanto, un modo particular de comunicación que se basa en las actitudes paradójicas, las mentiras, el sarcasmo, la burla y el desprecio. La comunicación se deforma con objeto de utilizar al otro. Para que siga sin comprender nada del proceso que se ha iniciado y para confundirlo todavía más , hay que manipularlo verbalmente. Arrojar confusión sobre las informaciones reales es esencial cuando hay que lograr que la víctima se vuelva impotente.
Extraído de "El Acoso Moral" de Marie-France Hirigoyen.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario