16 de octubre de 2011

Cleptomanía, piromania y personalidad explosiva

Existen varias formas de comportamiento irrazonables que se clasifican como trastornos del control de los impulsos. Aparte de las dependencias toxicofílicas y las parafilias sexuales, que se estudian en otros apartados, los más frecuentes son la cleptomanía, la piromanía, el juego patológico y las crisis accesionales de violencia.

Todos poseen tres rasgos comunes:

a) El acto es socialmente indeseable, el deseo o impulso es muy fuerte y fracasan los intentos de resistirlo.
b) Ante la posibilidad de cometer el acto se presenta una desazón, inquietud e impaciencia creciente, con fuerte carga emocional.
c) Al realizar el acto siente placer, descarga, alivio, aunque luego tenga sentimientos de culpa o temor y prefiriese no haberlo realizado.

La presencia de estos factores comunes da unidad a un grupo tan heterogéneo de trastornos de la conducta.

CLEPTOMANÍA o manía de sustraer (del verbo griego clépto, robar) es la tendencia patológica e irresistible a tomar clandestinamente pertenencias ajenas. El impulso deriva de necesidades neuróticas, no materiales. Una de las claves diferenciales con el simple ladrón es que el típico cleptómano no utiliza ni vende lo robado; nunca se ayuda de cómplices; acumula los objetos en su hogar o en un escondite sin usarlos; en ocasiones los devuelve clandestinamente; por tanto, no se beneficia materialmente del hurto. Casi sin excepción, tiene medios para comprar lo que roba.

El cleptómano sabe que lo es y las consecuencias que tiene. Lo han descubierto en varias ocasiones y, aparte del rechazo social, puede encontrarse en conflictos más serios cuando roba en tiendas o grandes almacenes y lo denuncian. Se controla cuando nota que lo pueden descubrir. Al ser descubierto, queda abrumado, llora de desesperación, intenta no volver a entrar en los establecimientos donde sabe que está más expuesto, pero una creciente impaciencia lo lleva de nuevo a las mismas situaciones.

Responde a un conflicto emocional, que se descarga simbólicamente con los hurtos. El cleptómano es consciente de sus actos en todo momento; por tanto, se le considera responsable en los códigos de la mayoría de los países, a no ser que pueda demostrarse la imposibilidad de autocontrol. El tratamiento es psicoterápico y difícil.

PIROMANIA. De modo similar al cleptómano y al ladrón, aquí es preciso realizar el diagnóstico diferencial entre el pirómano y el incendiario. Los incendiarios actúan por motivos antisociales, terrorismo, fanatismo o irresponsabilidad. La mayoría de los incendios forestales que asolan España se provocan por estos individuos, no por los pirómanos. Tiene el pirómano un impulso vehemente a provocar incendios, y posteriormente a presenciar el fuego. Igual que en la cleptomanía, hay una comezón y tensión previas, y descarga placentera al realizar el acto. El pirómano está muy interesado por los medios de producir fuego y los de extinguir los incendios; se le suele descubrir porque los vecinos lo han observado reiteradamente ante los incendios. En los países en que hay cuerpos de bomberos voluntarios es frecuente que sea uno de los miembros más entusiastas del grupo; sus compañeros suelen quedar muy sorprendidos al descubrirse su identidad como pirómano.

EL JUEGO PATOLÓGICO. Es el tradicional «jugador vicioso» que se arruina en el juego y luego hace desfalcos para tapar las deudas, y destroza su vida familiar y profesional. Presenta los rasgos comunes del grupo que describimos: deseo irrefrenable, tensión y excitación previas y descarga al realizar el acto. Las tendencias a regresar al juego aumentan en los períodos de sobrecarga emocional o de esfuerzo. El jugador atribuye siempre sus problemas a «una mala racha» que está convencido que va a superar la próxima vez. Obtiene el dinero de otras personas, lo sustrae o hace una estafa, fraude o desfalco, en general con el vago propósito de devolver luego lo adeudado. Es de modificación muy difícil.

HOMICIDIOS MÚLTIPLES IRRACIONALES. Sin antecedentes previos de este tipo, un individuo, repentinamente, y sin causa aparente, comienza a disparar o a asestar cuchilladas a los transeúntes o a los que están en un local. Continúa el arrebato homicida, con múltiples víctimas, hasta que cae abatido por los disparos de la policía o se suicida con una de las últimas municiones.

La saña y fría crueldad de la actuación no están explicadas por ningún incidente previo proporcionado. No ha tenido antes crisis explosivas. Se conoce poco el mundo interior de estos individuos, ya que raras veces sobreviven. Al contrario que en los apartados anteriores, es frecuente que tengan antecedentes psiquiátricos, del grupo de la esquizofrenia paranoide. También se conoce con el nombre de trastorno explosivo aislado, para diferenciarlo del intermitente.

TRASTORNO EXPLOSIVO INTERMITENTE. Ocurre repetidamente en individuos aparentemente normales, que fuera de estos episodios no tienen conducta violenta en su vida cotidiana. Repentinamente, sin que se haya producido una provocación importante, entran en un estado de arrebato durante el curso del cual agreden a personas y rompen muebles y objetos de cualquier tipo. Cede en pocos minutos y luego lamentan lo ocurrido. A sus amistades las sorprende si no presenciaron otro episodio. En algunos se aprecian síntomas vegetativos prodómicos que avisan que puede ocurrir. También se conoce como personalidad explosiva.

¡Carpe Diem!

De la obra de J.A Vallejo

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