27 de marzo de 2013

Cuentos cortos de Tony de Mello


1
Los muros
que nos aprisionan
son mentales,
no reales.

Un oso recorría constantemente,
arriba y abajo,
los seis metros de largo de la jaula.

Cuando, al cabo de cinco años, quitaron la jaula,
el oso siguió recorriendo arriba y abajo
los mismos seis metros, como si aún estuviera en la jaula.

Ὴ Y lo estaba... para él..

2
Nuestros enemigos no son los que nos
odian.,
sino aquellos a quienes nosotros odiamos. . .

Un ex-convicto de un campo de concentración nazi
fue a visitar a un amigo que había compartido con él
tan penosa experiencia.

”¿Has olvidado ya a los nazis?”
le pregunto a su amigo.
“Si”, dijo este.

”Pues yo no. Aún sigo odiándolos con toda mi
alma.”

Su amigo le dijo apaciblemente::

”Entonces,

aún siguen teniéndote prisionero.”

3

La mayoría de las veces,
los defectos que vemos en los
demás
son nuestros propios defectos.

-“Perdone, señor”,
dijo el tímido estudiante,
“pero no he sido capaz de descifrar
lo que me escribió usted al margen
en mi último examen....”

-“Le decía que escriba usted de un modo más legible”,
le replicó el profesor.

4
El poder del miedo

La Peste se dirigía a Damasco y pasó velozmente junto a
la tienda del jefe de una caravana en el desierto.

-“¿Adónde vas con tanta prisa?” Le pregunto el jefe.

-“A Damasco. Pienso cobrarme un millar de vidas.”

De regreso de Damasco,
la Peste pasó de nuevo junto a la caravana.
Entonces le dijo el jefe:
-“¡Ya sé que te has cobrado 50.000 vidas,
no el millar que habías dicho!.”

-“No,” le respondió la Peste.
-“Yo sólo me he cobrado mil vidas.

El resto se las ha llevado el Miedo.”

5
Felicidad

Decía un anciano
que sólo se había quejado una vez en toda su vida.
Cuando iba con los pies descalzos
y no tenía dinero para comprar zapatos.

Entonces vio a un hombre feliz que no tenía pies.

Y nunca volvió a quejarse.

6
Diógenes

Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo,
que vivía confortablemente a base de adular al rey.

Y le dijo Aristipo:
"Si aprendieras a ser sumiso al rey,
no tendrías que comer esa basura de lentejas".

A lo que replicó Diógenes:

"Si hubieras tú aprendido a comer lentejas,
no tendrías que adular al rey".

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