En 1907, 1920 y la última en 1967, cuando más de la mitad de la capital se
vio afectada por la densa nieve espontánea.
La nieve ha inspirado multiples poesías en aquellos lugares donde
se tiene la oportunidad de deleitarse con su albar y sus frutos
geométricos, los copos. Desafortunadamente, de este lado del mundo
este fenómeno sucede cada cierto número de años, en el que de
menos a muchas generaciones no nos tocará ver, por ejemplo,
a la Catedral Metropolitana cubierta de hielo níveo o a la recién
remodelada Alameda con algunos toques espectaculares de brillo
blanquecino.
La Ciudad de México ha registrado varias nevadas a lo largo de su
historia. En 1907, 1920 y la última en 1967, cuando más de la mitad
de la capital se vio afectada por la densa nieve espontánea que
llegó a sus 5 centímetros de espesor. ¿Imaginas el Bosque de
Chapultepec o el parque de Los Dinamos cubierto de nieve? La mañana
del el 11 de enero de 1967, los capitalinos despertaron con nieve; niños
jugando en las calles con bolas de nieve, adultos divirtiéndose también
con los niños. Según testimonios, a nadie le importó nada más,
todos estaban felices.
En zonas del norte del país la nieve alcanzó los 75 centímetros y
los diarios de la época reportaron muchos daños, incluso muertes,
sin embargo, en nuestra ciudad, y aunque prácticamente nadie estaba
preparado para recibirla, la nieve tocó amablemente nuestro paisaje de
concreto.
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