11 de noviembre de 2012

Las manos del abuelo

Nunca volveré a ver mis manos de la misma manera
El abuelo, con noventa ytantos años, sentado
débilmente en la banca del patio, no se movía.

Solo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos.
Cuando me senté a su lado no se dio
por enterado y entre más tiempo pasaba, me
pregunté si estaba bien.

Finalmente, no queriendo realmente estorbarle sino
verificar que estuviese bien, le pregunté cómo se sentía,

Levantó su cabeza, me miró y sonrió.
“Estoy bien, gracias por preguntar”,
dijo con una fuerte y clara voz.

No quise molestarte, abuelo, pero
estabas sentado aquí simplemente
mirando tus manos y quise estar
seguro de que estuvieses bien”, le expliqué.

El abuelo me preguntó: “¿Te has
mirado alguna vez tus manos?
Quiero decir, ¿realmente te has
mirado tus manos?”

Lentamente solté mis manos de las de mi abuelo
 las abrí y me quedé contemplándolas.

 Las volteé, palmas hacia arriba y luego hacia abajo.
No, creo que realmente nunca las había observado
 mientras intentaba averiguar qué
quería decirme.

Detente y piensa por un momento acerca de tus
manos como te han servido a través de los años.
Estas manos aunque arrugadas,
secas y débiles han sido las herramientas que
he usado toda mi vida para alcanzar,
agarrar y abrazar la vida.

Ellas pusieron comida en mi
boca y ropa en mi cuerpo.

Cuando niño, mi madre me enseñó a plegarlas en oración.
Ellas ataron los cordones demis zapatos y
 me ayudaron aponerme mis botas.

 Hanestado sucias, raspadas y
ásperas, hinchadas y dobladas.

Mis manos se mostraron torpes cuando intenté
sostener a mi recién nacido hijo.

Decoradas con mi anillo de bodas, le mostraron al mundo que
estaba casado y que amaba a alguien muy especial.
Ellas temblaron cuando enterré amis padres y esposa
 y cuando caminé por el pasillo con mi hija en su boda.

Han cubierto mi rostro, peinado micabello y lavado
y limpiado el restode mi cuerpo.
 Han estado pegajosas yhúmedas, dobladas
 y quebradas, secas y cortadas.
Y hasta el día de hoy, cuando casi nada más en mí sigue
trabajando bien, estas manos me ayudan a levantarme y a
sentarme, y se siguen plegando para orar.
Estas manos son la marca de dónde he estado y la
rudeza de mi vida. Pero más importante aún, es que
son ellas las que Dios tomará en las suyas cuando me
lleve a Su presencia.

Desde entonces, nunca he podido ver
mis manos de la misma manera.
Pero recuerdo cuando Dios estiró las Suyas y
tomó las de mi abuelo y se lo llevó a Su presencia.
Cada vez que voy a usar mis manos pienso en mi abuelo;
de veras que nuestras manos son una bendición.

Hoy me pregunto:
¿Qué estoy haciendo con mis manos?
¿Las estaré usando para abrazar y expresar cariño o
las estaré esgrimiendo para expresar ira
 y rechazo hacia los demás.
Hoy demos gracias a Dios por nuestras manos, solo
aquellos que no las tienen saben el valor que ellas
representan en nuestras vidas.

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