6 de junio de 2014

Debate: Los niños también se deprimen

“A veces observamos en el niño un estado de depresión, de languidez… se encuentra con salud perfecta pero pasa de una ligera excitación a cierta tristeza. Este estado de forma atenuada, crónica y con un fondo de apatía, lasitud y en ocasiones dolor moral unido a ciertas preocupaciones empieza a inquietarnos. El niño se muestra triste, pierde el placer en las actividades cotidianas (actúa por inercia), se encuentra cansado, le cuesta conciliar el sueño y concentrarse en las tareas del colegio. Como este tipo de depresión es emotivo, debemos tratarles con tacto, dulzura, piedad, afecto sin debilidad, firmeza sin estrépito… DEBEMOS DEMOSTRARLES QUE NO ESTAN SOLOS…”
Muy pocas personas saben que los niños pueden tener depresión. Se suele presuponer que los más pequeños no tienen ningún motivo para padecerla. Pero actualmente se sabe que los más pequeños pueden sufrir esta patología y por diversos factores. La depresión es un problema creciente en las sociedades desarrolladas y también afecta al mundo de los niños. Aunque a los adultos nos sea difícil aceptarlo, el niño está lleno de preocupaciones, incluso más que el adulto, pues tiene problemas reales e imaginarios. No es capaz de explicarse racionalmente los hechos y esto le lleva a sentimientos de inseguridad, emociones negativas… La prevalencia de depresión infantil también puede estar relacionada con la edad (siendo más probable que surja a medida que el niño crece), de tal modo que en la adolescencia puede esperarse un alto porcentaje de depresión por los factores estresantes que se atienden en este rango de edad.
¿QUÉ ES LA DEPRESION INFANTIL?
La depresión infantil es un trastorno emocional estable que conlleva un cambio persistente en la conducta del niño impidiéndole disfrutar de los placeres cotidianos.
Los síntomas son de varios tipos:
Emocionales: Tristeza, apatía, ausencia de interés, irritabilidad, ansiedad, agitación, llanto frecuente.
Motores: Lentitud, hiperactividad (patrón de conducta persistente de falta de atención e impulsividad inapropiadas para el grado de desarrollo del niño, acompañadas o no de hiperactividad), inexpresividad.
Cognitivos: Desesperanza, sentimiento de culpa, baja autoestima (frases negativas sobre sí mismo).
Sociales: Retraimiento.
Conductuales: Rabietas, indisciplina (no acepta prohibiciones sin motivación, hace como si no hubiera entendido, muestra que él toma la contrapartida de la orden recibida para hacer entender que está decidido a mandar), quejas.
Psicosomáticos: Enuresis (paso involuntario de orina durante la noche, en ausencia de lesiones que justifiquen tal descontrol), dolores, pesadillas, cambios de sueño (insomnio por la noche y, a veces, hipersomnia durante el día) y de apetito (generalmente pérdida, a veces el caso opuesto), fatiga (sin energía, sobre todo por la mañana).
Alrededor de los tres años son más comunes la enuresis y los problemas psicosomáticos. A partir de los seis años son característicos los problemas de conducta.
La depresión puede presentarse como algo manifiesto o como un trastorno enmascarado por otro. Aparece un cambio importante en el comportamiento del niño respecto de cómo era hasta ese momento y se observa en el niño con depresión un trastorno en su estado de ánimo.
Para diagnosticar depresión en un niño es necesario que los síntomas impidan su funcionamiento normal comparado con el de un tiempo anterior a la aparición de estos síntomas. Muchos autores citan la pérdida de autoestima como desencadenante principal de la depresión. Un niño con baja autoestima desprecia sus aptitudes, tiene miedo a relacionarse pues siente que no será aceptado, no tiene iniciativas y necesita la guía de otros, tiene miedo a asumir nuevos retos, tiene miedo a asumir responsabilidades, es dependiente de aquellas personas que considera superiores y se deja influir, tiene poca tolerancia a la frustración, se pone a la defensiva fácilmente y muestra estrechez de emociones y sentimientos. Hay otras causas: la falta de alabanzas o gratificaciones por parte de los padres, una relación inadecuada del niño con la madre durante el primer año de vida, unos padres depresivos, un sentimiento de fracaso continuado ante la solución de problemas, pérdida de uno de los padres, separación matrimonial o abandono, historia familiar de enfermedad o suicidio.
La depresión también se distingue como un síndrome debido al alto porcentaje de repetición familiar que se ha detectado. Si la madre del niño tiene una historia de depresión, se requiere de mayor evaluación e intervención que si no estuviera presente esa semejanza familiar.

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