Uno de los caminos más rápidos para lograr dejar una mala impresión de ti es que no respetes el espacio personal de tu interlocutor. Es muy incómodo sentir como te invaden, es como si te atacasen. Bueno, en realidad es un ataque en toda regla.
El nivel de estrés puede llegar a ser tremendo, hasta el punto de que te veas obligado a apartar a esa persona con tus propias manos. Piensa que la medida del espacio personal varía según las culturas y las situaciones, es cuestión de sentido común. Aun así, aceptamos excepciones en ciertas situaciones como el metro, el autobús o un ascensor abarrotados.
Recuerda que lo que buscamos es ser carismáticos, sobresalir de los demás, pero para bien. Y eso se logra respetando unas normas básicas de buenas maneras. Una persona carismática es aquella que logra que los otros se sientan bien cuando están a su alrededor, y un elemento esencial es, precisamente, el respeto del espacio personal del otro, que viene a ser como su intimidad.
Esto, como todo en la vida, se aprende. Nadie nace enseñado. Se aprende a respetar el espacio personal del otro y, sobre todo, se aprende a detectar cuando se le está molestando. Si ves que alguien con quien estás hablando se separa ligeramente de ti es porque necesita más sitio, necesita respirar y tú se lo estás impidiendo.
Ni se te ocurra volver a arrimarte a esa persona si has detectado que se está separando; se respetuoso con ella a no ser que quieras crear una situación incómoda y que puede provocar su huida hacia otro lugar de la sala donde estas. Si no puede huir porque has cometido la intolerable imprudencia o falta de respeto de poner tu brazo sobre la pared impidiéndole la salida lo que lograrás es cabrearle y que se ponga de mal humor; por supuesto, lo pagará contigo y tú te lo habrás ganado a pulso.
Claro que esto no sirve para todas las situaciones. Solo para aquellas en las que cuando estás invadiendo el espacio del otro lo haces inconscientemente y sin mala intención.
Porque también se dan otros supuestas. Justo el contrario es que alguien invada ese espacio a propósito para molestar. En ese caso estará intentando provocar tu reacción que puede ser de lucha o de sumisión. Si es tu jefe puede que intente intimidarte. No te cortes en apartarle lentamente, con delicadeza, y si vuelve a intentar invadir tu espacio pídele amablemente que se separe un poco de ti; si lo haces amablemente tienes más posibilidades de lograrlo que si lo haces enfadado, porque si estás enfadado el otro, probablemente, habrá logrado lo que quería.
Para que compruebes lo que te digo te propongo un ejercicio muy sencillo. Siéntate enfrente de otra persona, a metro y medio de distancia. Ponte en una postura de 90 grados, que es una de las posturas en las que nos sentimos más confortables. Este es un ejercicio que puedes hacer con tus colegas de trabajo o amigos cuando dispongas de media hora. Empieza la conversación sentándote junto al otro. Tras unos minutos siéntate a su lado, en vez de enfrente. Podrás comprobar la diferencia, porque ahora te sientes algo o bastante incómodo. Después de unos minutos vuelve a la posición inicial. Presta atención a cómo influye todo esto en su estado de ánimo y confort.
Y recuerda, no invadas mi espacio personal, respétalo.
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