Los trastornos alimenticios entre adolescentes no son ninguna broma. Hay que tomarlos en serio y darles toda la importancia que se merecen. Con el tiempo, el número de casos se estabiliza, pero sobre todo se ha mejorado en la prevención y en la detección precoz.
Cuanto más concienciada esté la sociedad y el cuerpo médico de la gravedad de estas enfermedades, mejor para los adolescentes, que se sentirán más escuchados y mejor tratados en todos los ámbitos de la sociedad.
Se puede decir que un 4% de los jóvenes sufre algún episodio de anorexia o bulimia, mientras que un 1% del total llega a desarrollar esta enfermedad y a verse sumergido en su problemática total.
Si se detecta a tiempo, una persona que solo se ha acercado de forma leve a alguna de estas patologías puede verse curada en un periodo de entre seis meses y un año. Pero quien ha caído por completo en las garras de estas terribles enfermedades pueden tardar hasta cuatro años en recuperarse del todo.
Las chicas suelen ser las más afectadas por estas enfermedades, aunque cada vez hay más varones que sienten la misma presión por tener un cuerpo perfecto, ajustado a unos cánones irreales, lo que les lleva a restringirse la comida, a darse atracones y a vomitar o a matarse a ejercicio.
¿Cómo se puede detectar un trastorno alimenticio en un adolescente?
- Interés en aumento por su apariencia física y por tener ganas de tener un cuerpo diferente, llegando a obsesionarse por la comida, por lo que no se debe tomar, por las calorías de más y por cualquier detalle relacionado con ello.
- Cambio de carácter. Mayor irritabilidad, poca confianza con los padres, huir de conversaciones y de dar explicaciones, soberbia…
- Ejercicio físico excesivo.
Si el trastorno está más avanzado, hay otros comportamientos que son muy llamativos en un adolescente.
- Pérdida de peso o brusca o progresiva, que achacan a la salud.
- Insatisfacción continua por el peso, expresar que se quiere pesar menos, sin darse cuenta de que aspiran a un peso poco saludable.
- Rehuir comer en familia o con amigos y si se da el caso, se come poco y mal, a plazos, cortando todo muy pequeño, quitando la grasa, como jugando con los alimentos.
- Agresividad en conversaciones que tengan que ver con salud o alimentación, sobre todo si se trata de la suya.
- Hallar restos de vómito en el lavabo y en la habitación.
- Fatiga y cansancio constante, mareos.
- Quejarse por lo que come el resto, intentar que todo el mundo coma de forma más saludable.
- Consumo de tabaco cuando nunca antes lo había hecho.
- Excesivas visitas al baño, largas y sin excusa aparente.
- Desaparición de la comida de la cocina.
- Aislamiento y pocos planes con amigos, cuando lo normal es que salga más.
- Problemas para expresar emociones y ansiedad, cuando es evidente que hay algo que pasa.
Los padres deben acudir de inmediato a un especialista, sin excusa, puesto que su hijo o hija puede estar sumergido en una espiral de autodestrucción y completa baja autoestima de la bulimia o la anorexia.
Deben ser los primeros en enfrentarse y aceptar el problema y dejarse guiar por los profesionales adecuados, en vez de intentar resolverlo por ellos mismos.
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