Mentir: Otra manera de ser bien valorado.
D. Fernando Azor Lafarga, Co-director
Desde pequeños nos enseñan que no es bueno mentir, que hay que decir la verdad. Pero a pesar de esto hay muchos niños que mienten, y sus mentiras nos pueden decir mucho de lo que les puede estar pasando. Por ejemplo, hay niños que mienten para manipular, para conseguir sus objetivos; en estos casos es importante aprender a detectar las mentiras e intentar que el niño no consiga lo que quiere a la vez que le damos otras opciones más adecuadas para alcanzar lo que pretendía. En otros casos los niños mienten para ser aceptados en un grupo, de esta forma, si se inventan historias fantásticas llaman la atención y se sienten más aceptados; en estos casos sería importante enseñarle al niño las habilidades sociales necesarias para que consiga amigos sin tener que mentir. Por otro lado, en ocasiones observamos a niños que mienten por miedo. Este es el caso de los niños que no cuentan las notas que han sacado, que se callan si han roto algo o que esconden alguna nota negativa del profesor; en estos casos el chico teme o bien el rechazo del adulto por su falta, o un castigo. Es importante tener en cuenta que estos casos no sólo se dan en niños a los cuales se les suele exigir o castigar, sino que también puede darse para sorpresa de los padres, dentro de familias donde el castigo no es frecuente, y esto es debido a la propia autoexigencia del chaval. En estos casos es importante cambiar el castigo por el refuerzo positivo de las conductas que queremos favorecer e intentar no presionar mucho al niño.
La utilización de la mentira, en situaciones como las descritas puede mantenerse en el tiempo o aparecer de forma más tardía en la vida adulta. Cuando uno se hace mayor la mentira también responde a diferentes causas y según sean éstas, sus repercusiones pueden ser más o menos graves.
Hay quien miente para conseguir sus objetivos sin importarle las consecuencias que la mentira pueda tener sobre otras personas. Esto mostraría rasgos de personalidad más de tipo psicopático que se rigen por el principio de “el fin justifica los medios” sin importarle los demás. Otros sin embargo, mienten por temor, para evitar el rechazo o una consecuencia negativa derivada de sus actuaciones. Lo que en un principio puede haber sido una solución ante un problema puede convertirse en un mecanismo de defensa que a corto plazo les libera de algún prejuicio, pero que a largo plazo no les ayuda a enfrentarse a sus temores haciéndoles cada vez más vulnerables.
Por último, encontramos los casos en los que se miente para ser más valorados, admirados y conseguir así la aprobación de los demás. Aquí podríamos encontrarnos todos en alguna ocasión, cuando exageramos un poco algún logro. Por ejemplo, cuando no contamos alguna anécdota negativa para no romper una imagen positiva, o cuando no expresamos nuestra verdadera opinión sobre algún tema para no generar conflicto. Esta práctica tan habitual y que normalmente no conlleva serias consecuencias puede sin embargo convertirse en una “afición” peligrosa. Tal sería el caso de las personas que continuamente mienten para disimular y para conseguir la aceptación social llegando incluso a vivir una vida que no es la suya y teniendo finalmente que representar un papel a todas horas para mantener una “maraña” de mentiras. Con esto sólo se consigue aumentar la tensión, y que el temor a ser descubiertos y rechazados cada vez sea mayor.
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