La respuesta será única para cada caso y dependerá de muchos factores. De hecho, la manera de relacionarse puede variar en función de cada situación, del estado emocional de cada miembro del sistema familiar e incluso en función de las personas que estén presentes en un determinado momento. Es decir, cada caso será único y variable en su manera de relacionarse pero ¿existen similitudes de las que podamos extraer una información general? Creemos que sí. Aunque el tema es lo suficientemente denso o complicado como para escribir uno o varios libros y sabemos que extraer conclusiones concretas es difícil, por lo general se pueden observar patrones que de alguna manera pueden ser representativos y que nos parece interesante señalar. En nuestra práctica clínica nos solemos encontrar con mayor frecuencia los siguientes "estilos" de relación por parte de los familiares:
Autoritario: Personalidad fuerte y poco flexible. Las cosas van bien mientras todo se haga según su criterio. Por lo general, toma decisiones sin acordarlas previamente con los demás miembros de la familia. Los problemas surgen cuando algún miembro de la familia, intenta opinar o cambiar alguna de las normas en la convivencia. Mientras el paciente es pequeño no suele haber problemas pero en el momento que comienza a cuestionarse el porqué de las cosas y querer dar su propia opinión o que se tenga en cuenta su criterio, comienzan los problemas. Una respuesta frecuente es: "Esto es así porque lo digo yo y punto". El paciente aprenderá que es mejor no protestar pues tendrá presentes las posibles consecuencias de los desacuerdos. Por ejemplo: paciente que quiere pasear al perro cuando llega del colegio. El padre no está de acuerdo y considera que sólo hay que sacarlo por la mañana y por la noche. El hijo intenta convencerle de que no pasa nada por sacarlo más veces. Al día siguiente, al llegar a casa no tiene perro; su padre se lo ha regalado a unos familiares. A partir de ahí "demostrará" que no dice las cosas por decir y que hay que hacerle caso. Reivindicar valores como tolerancia, libertad y respeto será impensable. Esta situación puede dar lugar a la indefensión aprendida o a que el resto de los miembros de la familia, intenten imitar este patrón (incluido el paciente). Si esto ocurre, es probable que se generen escaladas emocionales y conflictos muy intensos en la familia, en los que nadie estará dispuesto a ceder y en los que el coste psicológico y emocional será muy alto a la hora de llegar a acuerdos, aunque sean mínimos.
Catastrofista: Muy similar al estilo anterior pero aún más extremo e intenso. Se trata de verdaderos expertos en anticiparse a consecuencias negativas, generalizando situaciones puntuales muy negativas cuya probabilidad de que se repitan en la situación presente, es casi nula (o muchísimo menor de lo que se transmite). "Quedé con una amiga para tomar un café pero llueve tanto y hace tanto viento que no voy a ir. A ver si va a empeorar aún más el tiempo y hay un huracán como pasó hace un año en Florida, que murieron 30 personas y aún no encontraron a muchas".
Familiar: "Mejor que no vayas, está la carretera muy mal ¿No te enteraste del accidente que hubo de autobús por culpa del tiempo y un esquiador que se mató hace poco?", "algo me dice que si vas te puede pasar algo".
Pasivo-agresivo: a primera impresión la actitud es complaciente pero existe una agresividad latente. Es el familiar que curiosamente traspapela algo importante para el paciente. Por ejemplo: certificado necesario para pedir un traslado cuando se acaba el plazo y no hay forma de conseguirlo. Otro ejemplo: te deja el coche sin gasolina sin avisar. Cuando se le pregunta por eso curiosamente se ha despistado. Prepara tu plato favorito cuando el dentista te ha dicho que no puedes comer nada durante unos días. El paciente se puede sentir agredido pero no tiene "pruebas" que le permitan llegar a una conclusión certera. Este estilo interfiere en el paciente a la hora de discriminar las buenas o malas intenciones del familiar y le suele generar una gran confusión y un sentimiento de ambivalencia. Ej. No creo que lo haga a propósito si se supone que es mi madre y me quiere vs. Si me quisiera realmente se fijaría más y no me haría esto.
Chantajista emocional: Consigue sus objetivos haciendo que los demás se sientan mal, culpables, malos, desconsiderados o desagradecidos. Si sus propuestas son rechazadas sacará sus "mejores armas" hasta que sean aceptadas.
Familiar: "Os invito a comer fuera hoy sábado y pasamos toda la tarde juntos toda la familia"
Paciente: "Es que ya te dije ayer que mi pareja y yo quedamos para salir por la tarde"
Familiar: "dile que venga. A mí no me molesta"
Paciente: "Es que hicimos planes para ir al cine que le hace mucha ilusión ver una película que quitan hoy de la cartelera. Lleva semanas pidiéndome que vayamos pero como yo no me encontraba bien aún no pudimos ir"
Familiar: "Si crees que es más importante una película que tu familia, vete"
Paciente: "Le llamo y le digo que no voy"
Familiar: "Luego no me digas que yo no te dejé ir"
Este estilo genera en el paciente un gran sentimiento de culpa hasta el punto de ceder a y renunciar a sus planes ya que se transmite: "lo que uno hace, anula lo que uno siente o es". "Si voy al final al cine, no quiero suficientemente a mi familia o dejo de ser buen hijo".
Evitador: Se caracteriza por mirar para otro lado justo cuando se le necesita. Intenta evadir los problemas o la toma de decisiones importantes. Siempre se las arregla para delegar estas responsabilidades en los demás miembros del sistema familiar.
Paciente: "Papá, estoy muy triste, no me encuentro bien"
Familiar: "Espera que ya le digo a tu madre que venga ahora mismo"
Cuidador/protector: En alerta ante cualquier dificultad de salud o para cubrir cualquier necesidad básica de su familia. El paciente percibe que "estar mal" significa tener a su disposición una atención constante. Este tipo de patrón refuerza la dependencia del paciente que inconscientemente puede acomodarse a que hagan todo por él. En el paciente, las repercusiones más directas son: miedos y ansiedad desproporcionada, ante cualquier situación nueva que requiera un mínimo de independencia o responsabilidad, dificultad para desarrollar su libertad y autonomía, dificultad en las relaciones interpersonales y el miedo a la mejoría.
Sobreimplicado: está pendiente de cada detalle. Atento a las necesidades del paciente y el resto de los familiares en todo momento. Suele dar prioridad a los demás e incluso puede dejar de trabajar y pedir bajas laborales para poder cuidar del paciente o de algún miembro enfermo.
Inestable: produciendo un efecto vai-vén similar al del paciente con trastorno límite. No tiene casi nada claro, a la vez que intenta transmitir (para autoconvencerse) que lo tiene todo claro. En realidad nunca se sabe cómo va a reaccionar o por dónde va a salir la persona con este patrón. El paciente puede haber aprendido e interiorizado mucho, acerca de este estilo predominante.
Sumiso y/o dependiente: Acepta las propuestas sin cuestionarlas por miedo al abandono o a enfrentamientos. Puede estar bajo las "órdenes" o indicaciones de otra figura del sistema familiar con un estilo autoritario, sobreimplicado o narcisista entre otros. Aquí el paciente puede aprender por imitación y adoptar este mismo estilo. Incluso puede adoptar el estilo de la otra figura y unirse para despreciar al "débil".
Competitivo: Pretende establecer un nivel superior o privilegiado respeto a algún miembro de la familia. Son muy frecuentes las comparativas. Ej. "Yo me paso el día trabajando y llego a casa y tú en el sofá. No haces nada". Ejemplo : Madre que se cela desde que su hija es pequeña de la relación con el padre y se siente molesta cuando observa muestras de cariño entre ambos. Después, cuando la hija se convierte en mujer compite para ver quién está más atractiva, quién es más inteligente o más resolutiva, por ejemplo. A veces resulta una competitividad de lo más infantil (por ejemplo: competir por quien cocina mejor o hace los mejores postres). No es uno de los estilos más frecuentes pero en ocasiones nos lo encontramos y nos parece interesante mencionarlo.
Narcisista: Demanda valoraciones constantes de su entorno pero no responde recíprocamente. Es incapaz de atender a las necesidades de los demás y suele cometer negligencias por omisión de ayuda o de colaboración en la familia. El paciente siente que no puede contar con él, que no empatiza. Para que la relación esté equilibrada, el paciente ha de adular al familiar y estar pendiente de sus necesidades en todo momento.
Superficial o distante: Se centra en aspectos poco existencialistas y profundiza poco en las emociones. El paciente suele quejarse de falta de interés hacia su persona "Llamé a mi madre porque me encontraba fatal y me preguntó por el color de pelo que más le favorecía”, “le dije que me encontraba mal y me dio dinero para comprarme ropa".
Crítico: Frustra ilusiones y motivaciones. Se centra en "lo malo de lo bueno" y a veces lo generaliza. Se ilustra en el siguiente ejemplo:
Paciente: "Aprobé todas menos una"
Familiar: "Siempre igual”, ¿Cuál suspendiste?"
Paciente: "Historia"
Familiar: "A ver déjame ver las notas. Y… en naturales,.. suficiente"
Paciente: "es que tengo 14 asignaturas"
Familiar: "¿Y qué? Que desastre si os piden lo mínimo de lo mínimo y aún así no hay forma de que apruebes. Con el nivel que tienen en ese instituto, tendrías que sacar todos diez"
Genera en el paciente expectativas inalcanzables y la sensación de que haga lo que haga nunca será suficiente para obtener una valoración.
Democrático: Con los límites bien claros puede ser un estilo ideal. El paciente puede percibir un referente estable en este familiar que respeta, al mismo tiempo que deja libertad sin invadir su espacio y con el que se puede compartir, negociar, cambiar opiniones sin perder las formas y en definitiva; se puede contar con él y sentirse entendido y apoyado.
En las primeras sesiones de terapia, estos rasgos o estilos predominantes no siempre son evidentes pero a medida que profundizamos en la forma en que se relacionan los miembros de la familia, encontramos patrones de relación que se repiten. Por lo general se llevan repitiendo durante años y a pesar de no ayudar a que la situación cambie o mejore, los siguen utilizando. Todos los estilos mencionados, a excepción del estilo democrático, suelen generar conflictos, tensiones, sufrimiento y discusiones. En definitiva no sólo contribuyen a que exista un ambiente tenso en casa, sino que interfieren en la posible mejoría que pueda conseguir el paciente y por lo tanto, la familia.
Además de lo anterior, nos encontramos patrones muy divergentes que transmiten incoherencia y dificultan el establecimiento de unos objetivos comunes entre todos los miembros de la familia. Los patrones de relación familiar divergentes, además de ser una fuente de conflictos familiares, generan confusión en el paciente y por tanto, más inestabilidad (tanto a nivel individual como familiar).
Por último, nos gustaría resaltar que aunque no hay una única forma de hacer las cosas, ni de transmitirlas de manera efectiva, sí hay una única manera de ayudar a que el entorno del paciente sea percibido por éste como estable; que se le transmita un mínimo de coherencia en el sistema familiar y que se cuiden las formas, pues aunque no siempre se puede pedir que un familiar siga determinadas pautas (por ejemplo reforzar los logros), sí podemos pedirle que suavice su manera de dirigirse al paciente (algo que beneficiará a todas las partes implicadas).
Laura Ageitos / Psicóloga y Terapeuta Familiar. Centro LOGPSIC.
“Más allá de lo aparente. Un acercamiento a los comportamientos, pensamientos y actitudes de familiares de personas con Trastorno Límite de la Personalidad”. Mosquera D., Ageitos L. Ediciones Pléyades S.A. 2005
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