Un problema es una situación que sale de lo que teníamos previsto, altera nuestros planes, rompe nuestro control habitual, nos saca de nuestra área de confort, nos supone una nueva situación a la que adaptarnos... Suele ser una percepción subjetiva de algo que afecta a nuestra vida, le damos una interpretación mental, y si consideramos que no disponemos de los recursos o estrategias necesarios para hacerle frente, nos puede generar angustia, preocupación, ansiedad...
Es nuestra percepción lo que nos origina problema, no el problema en sí mismo. En la vida siempre surgen imprevistos, la vida es cambio permanente... y… ¡hay que tener un plan B!
Hemos de ser conscientes de que hay muchas cosas a nuestro alrededor que pueden fallar, cosas que no podemos controlar y es importante evitar la rigidez de pensamiento.
A veces le damos una excesiva importancia a las circunstancias externas, y con ello les cedemos energía y poder, las convertimos en nuestro foco y nos crea inseguridad. No deberíamos centrarnos tanto en la situación, si no centrarnos en nosotros mismos, en la respuesta que le podemos dar.
Tener en cuenta que lo importante es nuestro crecimiento personal y espiritual, percibirlo como un aprendizaje para la vida.
Pensar que las situaciones vienen no a fastidiarnos, sino a enseñarnos algo, a fortalecernos.
Mantener una actitud de estudiante de la vida.
Se requiere un cambio de actitud: no gastar la energía en la situación externa sino traspasarla a nosotros mismos.
Abandonar el papel de víctima (reactivo) y practicar la responsabilidad (habilidad de responder), que nos lleva a ser proactivos, generando actitudes de cambio de lo que está en nuestras manos hacer.
El paradigma de víctima refuerza el poder del exterior y de las otras personas, emplea el lenguaje de la queja, espera que cambie algo fuera de nosotros y, al no suceder, eso nos hace sentir cada vez más débiles, nos vaciamos de poder.
Recuperar ese poder es una decisión personal, requiere abandonar la queja y buscar soluciones. El pensamiento positivo nos dará fuerza interior. No podemos evitar el cambio, sólo gestionarlo. La vida fluye y nosotros hemos de fluir con ella. Las cosas no serán siempre como nosotros queramos y hemos de aprender a vivir con la incertidumbre sin miedo, con capacidad para generar el futuro que queremos para nosotros. Hay que enfocarse en uno mismo, conectar con nuestro ser interno. Podemos ver al enemigo como nuestro maestro; maestro para que aprendamos a ser tolerantes, pacientes, humildes…
Además, si lo vemos así, seremos más misericordiosos con él. Si alguien nos echa sal en una herida, no hay que centrarse en el agresor, eso le daría poder. No hay que atacar, no hay que trastornarse. Es mejor centrase en curar la herida, y cuando cicatrice, por mucha sal que nos vuelvan a echar… ya no dolerá.
Hay que desapegarse de las situaciones para tener más claridad. No dar a nadie el poder de ofenderme. “No ofende el que quiere sino el que puede”. Para ello se necesita mucho auto-respeto, responsabilidad personal. Si algo nos hace reaccionar, mejor detenerse e ir hacia nuestro interior.
Es importante cultivar la actitud de aceptación (que no es lo mismo que resignación), ya que “a lo que te resistes, persiste”. Los demás tienen derecho a decidir cómo quieren que sea sus vidas, puede no gustarnos, pero es mejor aceptarlo. Y recordar los 8 poderes espirituales:
• INTROVERSIÓN: Darse tiempo para la reflexión y el silencio, para ganar sabiduría y poder, meditar.
• EMPAQUETAR: Soltar, saber poner punto y final a las situaciones pasadas. Estar presente es muy importante para gestionar la solución. El pensamiento repetitivo sobre el pasado consume nuestra energía, arruina nuestra paz. Hay que hacer una reflexión responsable en vez de una reflexión de queja. No darle poder a las situaciones para quitarnos nuestra paz.
• TOLERAR: Para ello se precisa ser fuerte, aunque aparentemente se nos pueda ver débiles.
• SER FLEXIBLE: La rigidez lleva a la pérdida de control. Hay que ser como el bambú.
• DISCERNIR: Capacidad para percibir lo sutil y distinguir lo verdadero de lo falso. El silencio, mantener la mente en calma nos dará mayor poder de discernimiento.
• DECIDIR: Capacidad para evaluar la calidad de nuestras elecciones, decisiones y acciones. Requiere un estado mental desapegado e imparcial.
• AFRONTAR: No temer dar nuestra opinión, tener iniciativa, comunicar asertivamente.
• COOPERAR: Pensar en el bien colectivo, no pensar sólo en nuestro interés.
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