Tanto nos hemos preocupado por apoyar a nuestros hijos, que podemos estar saboteando su crecimiento.
Para cualquiera que desee ser padre en el siglo XXI, un universo de tratados, manuales, psicólogos y productos lo aguardan, listos para proveerle toda clase de consejos y ayuda. Desde juguetes preescolares, ideados para fortalecer las habilidades cognitivas y físicas de los bebés, hasta manuales para escoger la carrera ideal o consejos variados para saber educar con amor, este entorno pone en manos de los padres modernos todas las posibilidades de triunfar en su tan difícil misión.
Sin embargo, algo se está torciendo. Algo no está saliendo bien, lo cual resulta paradójico: si tenemos tanto margen para triunfar, ¿por qué estamos fracasando? Los centros de atención vocacional y psicológica de las universidades reportan un alza impresionante de estudiantes atacados por ansiedad, falta de autocontrol y depresión, hay más casos de estrés y depresión en niños, y las tasas de obesidad infantil son alarmantes. Las empresas se quejan de una nueva oleada de empleados jóvenes que tienen dificultades para afrontar los retos de su trabajo y las cuotas de ansiedad también aumentan en padres modernos, exhaustos y deprimidos, agobiados por una tarea que parece ser demasiado difícil para sus capacidades
Padres e hijos en una carrera contra el fracaso
El fenómeno que causa tanta frustración y sabotea nuestros esfuerzos para criar niños felices y adultos exitosos recibe un nombre: la hiper paternidad. Los hiper-padres, o padres "helicóptero", son una generación de padres modernos, miembros de las clases medias, que han sucumbido a la presión de ser los “mejores padres”.
Así, por un lado, se aterrorizan por la seguridad de sus hijos, lo cual les impide otorgarles permisos para salir a entornos no controlados o practicar actividades "peligrosas", y por el otro, temen mucho que sus hijos se queden "atrás" en la competencia por alcanzar el éxito. Desde el embarazo, someten a sus bebés nonatos a sesiones de música clásica para incrementar su inteligencia mientras los inscriben en las mejores escuelas preescolares, los llevan a clases de estimulación temprana cuando tienen dos o tres meses de edad y para cuando estos niños se "gradúan" del jardín de niños, ya han asistido a clases de baile, de arte y de idiomas, ya son miembros de equipos infantiles o participan en competencias académicas.
Durante los años escolares el fenómeno se agudiza. Muchos niños tienen la agenda de actividades más llena que cualquier ejecutivo: clases de violín, ballet e idiomas, club de futbol o de baloncesto, club de ciencias o de proyectos ecológicos, etc. Además, asisten a la mejor escuela que sus padres pueden sufragar. Los niños no pueden salir a jugar al jardín sin supervisión, no van solos a ningún lado, pues el entorno está plagado de peligros, y a la vez, no se les permite jugar lo que ellos decidan ni cómo quieren, sino que han de hacerlo en entornos controlados. Nada de peleas, ni aburrimientos.
Así, por un lado, niños muy protegidos, que no juegan ni trepan árboles, que viajan en coche todo el tiempo, resultan en niños con sobrepeso y problemas de salud, y por el otro, niños forzados a ser súper atletas, sufren lesiones y ansiedad que antes eran propias de los jugadores adultos. Y por supuesto, su rendimiento debe ser máximo. En todo momento, estos niños están siendo presionados para ser los mejores estudiantes, los mejores atletas, los mejores artistas. Han de entrar a las mejores universidades, han de obtener los mejores empleos.
La situación es tan extrema, que muchos de estos padres llegan a las universidades con sus hijos, para verificar que estén bien colocados, si la carrera es la que les conviene, si la universidad les otorga facilidades de comunicación e influencia. Y hay padres que están llegando a las entrevistas de trabajo de sus hijos, negocian salarios y condiciones de empleo y hasta decoran la oficina.
Bajo presión: si tu hijo no es una mega estrella, ¿eres un fracaso?
Este fenómeno es una realidad que está produciendo depresión y estrés en niños y padres. Ya los niños no disfrutan ser niños, ni los padres disfrutan ser padres. Estos últimos pierden el enfoque en sí mismos, porque se pasan la vida en torno a las supuestas necesidades de sus hijos. Es frecuente en los países desarrollados, pero ya llegó también a otros países emergentes y en vías de desarrollo, porque es un fenómeno propio de las clases medias, no de los países.
Se necesita un alto. Los hiper-padres, en su mejor intención, están saboteando las auténticas posibilidades de desarrollo de sus hijos, cuando no es necesario hacer tanto. Lo importante es que crezca sano y feliz, y que el padre se permita disfrutar de sus pequeños logros, los que por su cuenta se labra. Necesita disciplina positiva, comprensión, no un estricto manual de instrucciones. Necesita ser niño y nosotros necesitamos saber disfrutar ser padres.
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