Por: México Desconocido
De todos los mezcales que se producen en nuestro país, sin duda el más famoso es el de la región de Tequila, una antigua y dinámica población localizada a unas 15 leguas al noroeste de Guadalajara, Jalisco.
Desde los tiempos prehispánicos y aun después de la conquista, el agave azul prestaba enormes servicios a los pobladores, pues las distintas partes de la planta eran aprovechadas para construir techumbres y fabricar agujas, clavos, cuerdas y papel; sus pencas secas se usaban como combustible, de las cenizas se elaboraba jabón o detergente, y su savia se utilizaba para curar heridas. Pero la producción del aguardiente estaría reservado a los criollos o mestizos.
Es probable que fuera a mediados del siglo XVI, al percibir el altísimo contenido de azúcares en su miel, cuando los españoles de garganta más ansiosa hayan discurrido su destilación. Sin embargo el descubrimiento no fue precisamente aplaudido por las autoridades: con la consigna de favorecer la importación de vinos y aguardientes españoles, el gobierno colonial prohibió la fabricación de productos americanos que pudieran competir con ellos. No obstante, el tequila siguió elaborándose clandestinamente, y así al mediar el siglo XVII, alcanzó tal producción que el gobierno optó por autorizarla a fin de beneficiarse con el cobro del impuesto respectivo.
Con la consumación de la Independencia, en 1821, los licores españoles tuvieron dificultades para llegar a México. Esta situación permitió que los' fabricantes de tequila incrementaran sus ventas en la misma Guadalajara y que empezaran a venderlo en otras latitudes como la ciudad de México y en el centro del país.
Hacia finales del siglo XIX y principios del XX, la industria del tequila se vio afectada a causa del ferrocarril norteamericano, que transportaba fácilmente de costa a costa los aguardientes europeos que satisfacían la preferencia por lo francés de la clase alta mexicana. Mas esto no fue obstáculo para que el consumo de tequila aumentara pues entre el “populacho” podían encontrarse numerosos bebedores del aguardiente en cuestión.
Fue la Revolución Mexicana la que, a fin de cuentas, prohijó una nueva actitud que redundó a favor del tequila. Derrumbada en 1911 la longeva dictadura del general Porfirio Díaz, el afrancesamiento pronto llegó a ser cosa del pasado, así el país entero se inclinó por aquellas expresiones y costumbres propias a fin de abonar el fortalecimiento de la nacionalidad mexicana. Contribuyó de manera significativa a este propósito la industria cinematográfica mexicana, exitosa en los años treinta y cuarenta, que promovió un tipo estereotipado y falso del hacer y del ser de los mexicanos. Tanto el cine como varias canciones entonces en boga, coadyuvaron a hacer más grande la creciente fama de la bebida.
Durante la Segunda Guerra Mundial la industria del tequila se vio favorecida al suplir al whisky que dejaría de llegar a Estados Unidos. Fue entonces que su exportación alcanzó niveles elevados, que decayeron al concluirle conflicto armado a causa del monopolio ejercido en su transporte.
A fin de impulsar de nuevo su consumo, a partir de 1950 se incorporaron mejoras tecnológicas muy considerables en su producción. Muchas fábricas hubo que sin detrimento de la calidad tuvieron altos niveles de rendimiento.
En efecto, su esfuerzo ha colocado al tequila en la boca de muchos consumidores tanto nacionales como extranjeros. Hoy día los campos agaveros, con su fisonomía tan característica, comprenden una gran franja central del paisaje jalisciense. A su vez, de manera directa o indirecta, la industria compromete a unas 200 mil personas, orgullosas todas de participar en la fabricación de un producto imbricado profundamente con la vida de la región occidental de México, y satisfechas de ofrecer al mundo una bebida cabalmente mexicana.
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