Hace ya unos meses,
anduve de vacaciones por la provincia
y fui invitado a visitar una finca propiedad de un
paisano alemán del Volga donde elaboraban
jamones caseros.
Al pasar por un chiquero, me llamó la atención el
porte de una puerca amamantando a unos cuantos
lechones.
Para salir de la curiosidad, le pregunté al hijo del
patrón que me estaba atendiendo
de qué raza eran esos puercos.
- Son de raza “mexicana”…
…Pero espere llamaré a mi padre,
que a él le va a gustar contar la historia.
Por la puerta de la cocina emergió don Helmut, un
gigante de cabellos blancos que se desplazaba
dificultosamente asistido por un bastón de 3
patas y me invitó a sentarme a la mesa de la
galería donde estaba un enorme botellón de
alcohol de nuez de no menos de 60 º.
-¿Ud. sabe como se cazan los puercos
salvajes del monte?-
me pregunto el paisano sin más trámite,
mientras me servía un vasito chato de ese
brebaje.
- Bueno, creo que los perros
“los paran” y un fusil que los sacrifica. -
le contesté prudentemente,
presintiendo que la historia venía por otro lado
y que el viejo sabía más que yo…
- En este caso, no es así. -
me dijo
don Helmut y prosiguió:
- Y cuando le diga cómo los cazo yo, Ud. va a poder
entender porqué se los llama de raza “mexicana” y
si es un hombre inteligente, podrá sacar algunas
conclusiones acerca de por qué a los mexicanos les
va como les va.
En el fondo de la finca, detrás de aquella
cortina de álamos que Ud. ve,
y hasta la costa del río, hay un monte
inculto y sin trabajar.
Dentro de ese cuadro, suele haber
puercos salvajes del monte.
Para cazarlos hay que comenzar por
buscar un manchón sin matorrales
y tirar un poco de maíz en el piso.
Cuando los chachos lo descubren,
van a comer todos los días,
y Ud. solo tiene que reponerles
diariamente la ración.
Una vez acostumbrados, construye
una cerca en uno de los lados del sitio
y les sigue poniendo alimento.
Por unos días van a desconfiar,
pero después terminan por volver.
Entonces se hace otra cerca
a continuación de la anterior,
y les sigue poniendo comida hasta que
dejen de dudar y regresan a comer.
Y así sucesivamente,
hasta que casi cierra los cuatro lados y solo deja una
abertura para un portón.
Ya para entonces
se han acostumbrado al maíz fácil,
le han perdido el miedo a los cercos
y entran y salen casi con naturalidad…
Un día va y coloca el portón,
lo deja abierto y sigue poniendo maíz,
hasta que encuentra la manada comiendo,
entonces le cierra la puerta.
Al principio empiezan a correr en círculos como
locos, pero ya están sometidos.
Muy pronto se tranquilizan y vuelven al alimento
fácil que ya se olvidaron de buscar por si mismos, y
aceptan la esclavitud.
Uds. los mexicanos no se dan cuenta que
estos gobiernos populares y demagógicos
que tienen,
proceden de la misma manera
que yo con los chachos…
Les tiran maíz gratis disfrazado de
programas de ayuda, planes sociales,
empleos públicos, cargos políticos, sueldos
miserables, subsidios para cualquier cosa, leyes
proteccionistas, sobornos electorales…
Todo a costa del sacrificio de las libertades que les
van confiscando migaja a migaja…
Y los mexicanos no se dan cuenta que no existe
la comida gratis, y que no es posible que alguien
preste un servicio más barato que el que uno
mismo hace.
¿Acaso no ven que toda esa maravillosa “ayuda”
que reparte el gobierno,
lo hace con los poderes que el pueblo
permite que se arroguen,
para depredar las libertades y los bienes de la
gente que trabaja y que produce?
¿Pero cómo pueden vivir en un paraíso y tratar a toda
costa de convertirlo en un infierno…?
¿Cómo pueden crear constancia cívica, si los políticos
forman cuadros de impunidad…?
¡¡¡Sigan así – no más -, y que Dios los
ayude cuando les cierren el portón!!!
Don Helmut se mandó lo que quedaba del cuarto
vasito de un solo trago, me saludo
y se fue rengueando por la puerta de la cocina.
Y yo, mareado por el alcohol
y apabullado por la verdad,
saludé al hijo y me volví rumiando bronca
por el polvoriento camino de regreso a casa…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario