No importa si antes de que sus hijos se casaran ustedes fueron una pareja que se llevaba bien o mal. Lo cierto es que cuando los hijos se van del hogar sobreviene lo que los psicólogos llaman el síndrome del nido vacío. Lo que durante años fue una familia, ahora vuelve a ser una pareja.
Después de años de vida en común, cuando la mayoría de los proyectos se cumplieron, un matrimonio que vuelve a encontrarse frente a frente inevitablemente se preguntará qué sentido tiene seguir juntos. Espa nueva situación exige reacomodamientos, todo vuelve a ser de a dos, la cena, la hora de mirar televisión, las conversaciones cotidianas. El tiempo que antes se ocupaba en las cuestiones de los hijos, ahora se convierte en un inmenso silencio.
Se crea el campo propicio para que aparezcan viejas disputas, viejos desentendimientos, discusiones tantas veces postergadas por cuestiones más urgentes. ¿Significa esto que inevitablemente el matrimonio ha llegado a su fin? No necesariamente. Este puede ser el comienzo de una nueva y maravillosa forma de la relación, mucho más profunda e intensa si ustedes aprenden a disfrutarla. Según afirman miles de parejas esta etapa es la mejor que han tenido.
En nuestros días, en que el psicoanálisis y la endocrinología han demostrado que una buena sexualidad tiene enormes implicancias para el bienestar general de las personas, la pregunta anterior se vuelve mucho más actual y encuadra perfectamente dentro del diálogo de una pareja. Más aún, es precisamente en esta etapa del matrimonio, cuando mayores posibilidades hay de recuperar o de incentivar, si no lo hubo durante años, el buen entendimiento sexual entre ambos miembros de la pareja.
Los matrimonios que atravesaron con éxito la crisis vital que representa el alejamiento del hogar por parte de los hijos, coinciden en afirmarlo. Estas frases fueron tomadas de un taller de reflexión de parejas con más de veinte años de relación.
- Ahora disponemos de más tiempo para nosotros.
- Nos propusimos revitalizar a la pareja.
- Descubrimos que teníamos muchas más cosas en común de las que pensábamos.
- Seguimos discutiendo como antes, pero ya no nos agredimos porque el hecho de tener contactos íntimos tan gratificantes nos hace sentimos más unidos.
- Aprendimos a dejar de lado nuestras inhibiciones.
- Ahora me atrevo a decirle qué es lo que me gusta.
- Como ya no siento tanta urgencia por eyacular puedo esperar a que mi pareja se sienta satisfecha.
- Como no tenemos temor a que nuestros hijos puedan descubrirlo empezamos a comprar libros y revistas sobre sexualidad que nos enseñaron mucho.
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