“El silencio es siempre cómplice del maltrato, como la pasividad o el no rechazo de este tipo de violencia beneficia siempre al maltratador”(Raimunda de Peñafort, Titular del Juzgado nº 1 contra la Violencia de Género)
Los modelos psicológicos teóricos que pretenden explicar la permanencia de la mujer en la violencia de género parten de que la situación de violencia es desventajosa para quien la sufre. A medida que la situación se prolonga la expectativa sobre un cambio favorable disminuye y aumenta el riesgo de que dicha situación continúe . La acción más congruente sería abandonar, sin embargo, la mujer prosigue en esta relación violenta.
Esto es lo que más perturba a la sociedad y a quienes trabajan por erradicarla ¿Por qué la mujer rompe con esta lógica? ¿Por qué no abandona en un primer momento esta relación?
La Indefensión Aprendida
La teoría de la indefensión aprendida la formuló Seligman en 1975, la indefensión es el estado psicológico que se produce frecuentemente cuando los acontecimientos son incontrolables…cuando no podemos hacer nada para cambiarlos, cuando hagamos lo que hagamos siempre sucede lo mismo.
Leonore Walker, partiendo de los experimentos de Seligman, inauguró una línea de de investigación hoy todavía vigente y que se puede resumir en que: repetidos malos tratos disminuyen la motivación de la mujer a responder .Ella llega a ser pasiva. Secundariamente, su habilidad cognitiva para percibir éxitos está cambiada. No cree que su respuesta acabará en un resultado favorable.
Los sentimientos de indefensión en mujeres maltratadas podrían debilitar la capacidad de solucionar problemas y la motivación para afrontarlos, favoreciendo de esta forma la permanencia en la mujer en la relación violenta.
L. Walker afirma que parece que una mayor permanencia en una relación violenta puede estar relacionada con haber vivido más experiencias de indefensión en la infancia.
Como conclusión, en la indefensión aprendida concurren tres componentes: pasividad, empobrecimiento de la capacidad para resolver problemas y sentimiento creciente de indefensión, incompetencia, frustración y depresión.
Ciclo de la violencia de género
En la violencia de género se pueden distinguir 3 fases: acumulación de tensión; agresión y fase de “arrepentimiento”.
Esta última fase genera en las maltratadas una ficción de reencuentro llamada luna de miel donde el agresor intenta cumplir con la forma idealizada de pareja que tiene su víctima.
Según Walker la repetición de estos ciclos sirve para atar muy fuertemente a una mujer maltratada con su agresor. Mientras tiene lugar la agresión la mujer sufre una disociación acompañada de un sentimiento de incredulidad, de que eso esté sucediendo realmente; esto iría seguido de un colapso emocional, similar al experimentado por víctimas de secuestros o desastres, este colapso se acompaña de inactividad, depresión, ansiedad, autoinculpación y sentimientos de indefensión.
El Vínculo Traumático
Esta teoría fue desarrollada por Dutton y Painter y hace referencia a una relación basada en el desequilibrio de poder que ejerce el maltratador golpeando, abusando o intimidando a su pareja de forma intermitente y creando en ella fuertes apegos emocionales.
El vínculo traumático se hace más poderoso cuando un castigo físico es administrado a intervalos, es decir, periodos de castigo con otros más amigables. La diferencia extrema entre ambas conductas acrecienta aún más el vínculo (Reforzamiento negativo), la conducta de arrepentimiento se asocia al cese de la violencia y la fase de “luna de miel” descrita por Walker queda reforzada. El arrepentimiento se establece como estímulo positivo.
Cuando una mujer abandona una relación abusiva, el miedo comienza a debilitarse por la distancia y esta sensación de alivio por cese de la violencia, que quedó grabada como un esquema mental, comienza a cobrar fuerza. La figura de la pareja que se mostraba arrepentida y amorosa es recordada en la distancia y cuando el estímulo reforzado es más intenso que el miedo, es posible que la mujer decida retornar.
En situaciones de un extremo desequilibrio de poder, la perspectiva del agresor será interiorizada por la persona menos poderosa que se autovalorará progresivamente más necesitada de la otra.
Quien posee mayor poder, el agresor, adquiere una idea sobredimensionada de sí mismo; es por esto por lo la persona poderosa se vuelve dependiente de la sometida; pues a través de este desequilibrio puede sostener la imagen adquirida. La sensación de poder es una especie de máscara de la cual se desprende cuando su víctima intenta abandonarlo. Esta es la explicación de los intentos desesperados del maltratador para atraer a su pareja a través de amenazas o de ficciones de arrepentimiento.
La desvalorización de la mujer junto con los intentos del agresor para mantener su imagen a costa del sometimiento de la mujer explican las dificultades para la ruptura de esa relación.
El Síndrome de Estocolmo Doméstico
El término “Síndrome de Estocolmo” fue acuñado por Nils Bejerot y tuvo su origen en un secuestro ocurrido en 1973, cuando los clientes de un banco fueron utilizados como rehenes .El temor a la intervención de la policía fue superior a las amenazas de los captores y después de la liberación los sentimientos de los rehenes eran confusos, como de afecto, e incluso una de las rehenes estableció una relación sentimental con un captor. El síndrome es una respuesta automática e inconsciente y no una decisión racional.
Andrés Montero ha desarrollado el Síndrome de Estocolmo Doméstico y lo describe como un vínculo interpersonal de protección , construido entre la víctima y su agresor que podría explicar cuestiones tan paradójicas como que sea la propia víctima quien sale en defensa del agresor, como si fuera la sociedad o elementos externo a él quienes lo forzaran a agredir.
El Síndrome de Estocolmo Doméstico vendría determinado por un patrón de cambios cognitivos, como resultado de una reacción de la víctima ante la situación traumática. El proceso abarcaría cuatro fases: desencadenante, reorientación, afrontamiento y adaptación.
En la fase desencadenante, las primeras palizas romperían el espacio de seguridad previamente construido por la pareja sobre la base de una relación afectiva, espacio donde la mujer había depositado su confianza y expectativas: esta ruptura desencadenaría en la víctima un patrón general de desorientación, una pérdida de referentes, reacciones de estrés con tendencia a la cronificación e, incluso, depresión.
En la fase de reorientación, la mujer busca nuevos referentes de futuro y trata de efectuar un reordenamiento de esquemas cognitivos de acuerdo con el principio de la congruencia actitudinal, todo ello en orden a evitar la disonancia entre su conducta de elección y compromiso con la pareja y la realidad traumática que está viviendo. La mujer se autoinculpa de la situación y entra en un estado de indefensión y resistencia pasiva.
La fase de afrontamiento, es en la que asume el modelo mental de su esposo y busca vías de protección de su integridad psicológica, tratando de manejar la situación traumática.
E n la fase de adaptación, la mujer proyecta parte de la culpa al exterior y el Síndrome de Estocolmo Doméstico se consolida a través de un proceso de identificación y alrededor del modelo mental explicativo del esposo acerca de la situación vivida en el hogar y sobre las relaciones causales que la han originado.
La persuasión coercitiva
La persuasión coercitiva ofrece una explicación más completa al imbricar distintas estrategias a lo largo de un tiempo extenso.
La persuasión es un ejercicio deliberado para influir en la conducta de alguien con un fin preestablecido. La coerción es una presión intensa y limitadora de su facultad de elección para dar más probabilidades a la obtención de la persuasión.
Se lleva a la práctica por una serie de estrategias que aseguran el control del maltratador sobre la víctima, modulando (modificando los factores que intervienen en el proceso para obtener distintos resultados) la intensidad, el tiempo y el espacio se produce la despersonalización y de esta forma la víctima es sometida al maltratador.(Álvaro Rodríguez Carballeira).
Diversos estudios han constatado que las experiencias traumáticas propias de rehenes , supervivientes de campos de concentración, sectas, etc. son similares a las de las mujeres maltratadas pero además cuando la violencia es ejercida por un miembro próximo produce un mayor efecto traumático sobre la víctima, y si además le sumamos la duración del maltrato; la fractura de los esquemas de seguridad de la persona se romperán y se producirá el sometimiento y la desidentificación de la víctima.
Las personas sometidas a técnicas de extrema coerción tienen riesgos de sufrir despersonalización y síntomas de entumecimiento emocional. Pueden mostrar una menor flexibilidad cognitiva, cambio de valores, actitudes, creencias y sentido del si mismo; y esto es lo que genera la identidad, por tanto esta pérdida es lo que produce la despersonalización.
La persuasión coercitiva y el lavado de cerebro, aunque a veces se usan como equivalentes, parece que el lavado de cerebro está incluido dentro de un proceso más amplio que es la persuasión coercitiva.
El Masoquismo ¡La Víctima Crea al Verdugo!
El primer modelo psicológico que intentó explicar la permanencia de la mujer en la violencia es el del MASOQUISMO, expansión de la teoría del Psicoanálisis de Freud. Esta teoría afirma que el dolor físico y la denigración que sufren las mujeres se transforman en placer. Afirma que son las víctimas quienes la fomentan porque tienen una necesidad oculta. Son consideradas como desencadenadoras porque obtienen placer al tiempo que consiguen diluir su sentimiento de culpa por su actitud castradora de restar poder al marido. El agresor, según este modelo, se limita a reaccionar ante esta incitación, a responder ante esta provocación.
Así fue forjándose la idea de que la mujer víctima de malos tratos tenía una personalidad adicta a la violencia, que era masoquista. La compulsión a la repetición ha sido la explicación de la permanencia o retorno de las maltratadas a las situaciones violentas y esta actitud repetida de vuelta al maltrato es lo que hace que la sociedad, o una parte de ella, considere que nada se puede hacer porque ellas vuelven una y otra vez con sus maltratadores
La difusión de este modelo ha sido muy importante y hoy día es considerado un modelo explicativo popular. El efecto de éste suele ser de rechazo hacía la víctima que considerada así deja de Si sólo hablamos de la debilidad de la víctima, olvidando la destructividad del compañero y si nos limitamos a mencionar el masoquismo de la mujer no hacemos más que agravar la culpabilidad e intensificar el dominio que pesa sobre ella. Hay que tener cuidado y no decir que la víctima crea al verdugo.
Erradicación de la violencia de género
En la mujer maltratada la cotidianeidad es la violencia. El tiempo se define por presencia o ausencia de agresiones. La única realidad es la que dicta el maltratador y la realidad de él es un sistema de creencias, de explicación de las causas y consecuencias sobre los hechos cotidianos y los motivos que, según el, justifican la violencia ejercida.
Los accesos de mayor violencia, el proceso de descalificación mantenido, el reinicio del ciclo y la confusión de emociones (sorpresa, miedo, culpa, vergüenza) dentro de un entorno aislado facilitan que la mujer acabe asumiendo la realidad que le impone el agresor.
Para la erradicación de esta lacra social se debería actuar desde distintos campos:
- Con respecto a la educación, en todos los niveles, desde preescolar a la educación de personas adultas, habría que introducir programas y actividades que incluyeran como un valor fundamental el de la equidad. el de la igualdad entre mujeres y hombres.
- Los medios de comunicación tendrían que trabajar en dos vertientes. Se trataría de informar para proteger a las víctimas y de aislar y repudiar al maltratador.
- La sociedad en general debería actuar de forma solidaria con las víctimas, no minimizar de ninguna manera la violencia de género.
Basta ya, exigimos el derecho de todas las mujeres para vivir libres de violencia.
“Principales modelos teóricos de la mente explicativos de la permanencia de las mujeres en una relación con parejas violentas” Antonio Escudero Nafs. (Curso: Violencia de Género, Una Visión Multidisciplinar, UNEDertisement
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