¿Te enojas en ciertas ocasiones, cuando otros se mantienen tranquilos?
Todos creemos que nos enojamos por lo que nos pasa o por lo que la gente nos hace o dice.
Esto es sólo, parcialmente cierto.
Veamos un ejemplo: Imagínate que estás parado en una fila, para entrar a algún lugar.
De repente una persona te pisa y escuchas que te dice perdón, fue sin querer.
Lo más probable es que no le des mucha importancia.
¿Pero qué sucedería si esto se repite varias veces?
¿Cómo crees que te sentirías?
Seguro que, después de cierta cantidad de pisotones, te enojarías.
¿O no?
Ahora imagínate que lo ves a la cara para reclamarle y te das cuenta de que está ciego.
¿Crees que tu coraje se mantendría en el mismo nivel?
Estoy segura de que no.
Muy probablemente tu enojo disminuiría o se acabaría.
¿Pero por qué, si los pisotones los recibiste?
Porque tus pensamientos seguramente cambiaron.
En lugar de pensar: "Qué se cree este ..."
Pensaste: "Pobre, no ve..."
El hecho de haber sido pisado no cambió, pero tus pensamientos sí.
Calificaste la situación y a la persona de una manera diferente y tu coraje disminuyó.
El enojo, como muchas otras emociones, puede:
- Desencadenarse automáticamente,
- brotar sin que nos demos cuenta del momento en que se inicia,
- surgir sin que conozcamos la causa real que lo provoca.
- Atacados o lastimados, física y/o emocionalmente,
- ignorados, rechazados o excluidos,
- engañados, acusados injustamente o avergonzados,
- frustrados ante una pérdida o ante la imposibilidad de lograr lo que deseamos,
- inferiores o devaluados.
- Algo es injusto,
- las cosas y las personas deberían de ser diferentes,
- las personas tienen que actuar como nosotros queremos o pensamos que es lo correcto,
- alguna persona se siente superior a nosotros,
- alguien quiere aprovecharse de nosotros.
- si nos enojamos, conseguimos lo que queremos,
- si atacamos primero, evitamos ser atacados,
- Evitar establecer relaciones cercanas, por no saber relacionarnos o por tener miedo de ser lastimado.
- sentirnos fuertes o capaces y enmascarar así, un sentimiento de inseguridad o autoestima baja (como cuando tenemos una autoestima inflada).
- Controlar nuestros impulsos,
- pensar antes de actuar,
- tolerar la frustración,
- manejar de otra manera la angustia o el miedo,
- reconocer que el enojo puede ser síntoma de depresión.
- A nivel físico, sufrimos un desgaste importante.
Cuando nos enojamos, nuestro organismo produce una mayor cantidad de sustancias químicas, entre ellas la adrenalina, que alteran el funcionamiento normal de nuestro cuerpo.
Esta alteración afecta nuestro sistema inmunológico, puede provocar contracturas y dolores musculares o de cabeza y nos hace más vulnerables a algunas enfermedades, como gastritis, colitis, dermatitis, etc. - A nivel familiar o social, nuestras relaciones se alteran o pueden terminarse.
Cuando estamos enojados, podemos lastimar física o emocionalmente, a los demás, dando como resultado resentimiento, deseos de venganza o alejamiento.
Cuando no podemos manejar adecuadamente el coraje, podemos desquitarnos con otras personas, aumentando así, nuestros problemas. - A nivel emocional:
Cuando sentimos que otras personas nos hacen enojar (o nos ponen tristes, tensos, etc.), les estamos dando todo el control de la situación, aumentando así nuestra sensación de incapacidad y de coraje.
Nuestra respuesta puede provocarnos sentimientos de vergüenza o culpa, prolongando nuestro malestar. - En el aspecto personal, nos enfocamos tanto en nuestro enojo y en la causa del mismo, que:
- Dejamos de disfrutar otras situaciones o relaciones,
- nos es difícil analizar objetivamente la situación y encontrar soluciones adecuadas,
- afecta nuestro desempeño en cualquier situación.
Revisa los disparadores del enojo y ve cuáles son tus sentimientos y/o pensamientos en relación a cada una de dichas personas y situaciones.
Es mejor si lo haces por escrito.
¿Qué elementos (pensamientos o sentimientos) comunes encontraste?
Si esa lista no fuera tuya, sino de otra persona, ¿qué conclusión podrías sacar?
Revisa nuevamente tus listas y observa si, en cada situación o con cada persona, tu enojo te proporciona algún beneficio.
Si te ayuda a obtener lo que quieres, si te protege o te hace sentir fuerte.
Pero piensa, que hay formas mucho más adecuadas y menos desgastantes, de lograr tus objetivos.
En ocasiones nos cuesta trabajo reconocer nuestro enojo o su nivel, porque puede ser parte de nuestra forma de ser o porque creemos que es una respuesta lógica y natural ante la vida tan estresada que tenemos.
Sin embargo, recuerda que el enojo daña tu salud, tus relaciones e impide que rindas en toda tu capacidad.
Manejar el enojo no es fácil, pero sus beneficios valen la pena.
Es importante que sepas cómo se relaciona contigo, cómo lo expresas y qué mitos o creencias equivocadas pueden ser un obstáculo en su manejo.
Lee sobre la influencia de nuestros pensamientos en nuestros sentimientos, sobre nuestros diferentes estilos de pensamiento y sobre cómo podemos cambiarlo, para sentirnos y actuar mejor.
Si tu enojo está relacionado con la angustia, los artículos sobre inseguridad, el estrés y las preocupaciones y la manera de vencerlas, te puede ayudar.
Aumentar nuestra tolerancia a la frustración, puede ayudarnos a lograr nuestros objetivos con mayor facilidad y bienestar.
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