La literatura sobre la violencia familiar investiga sus causas y
consecuencias desde diferentes planteamientos teóricos y modelos.
Multitud de teorías científicas y filosóficas intentan explicar por qué
recurrimos a la violencia en vez de utilizar otras vías para resolver
conflictos.
El
análisis de la violencia realizado por cada disciplina o vertiente, ha
perseguido sus objetivos particulares, planteándose diferentes
cuestiones:
¿Qué es la
violencia?, ¿cuál es el origen de la violencia?, ¿por qué existe la
violencia doméstica?, ¿cuáles son los mecanismos psicológicos que
intervienen en las situaciones de violencia doméstica?, ¿estos
mecanismos psicológicos son adecuados para conseguir la ruptura con la
situación violenta, o por el contrario actúan salvaguardando la salud
mental de la víctima, prolongando o perpetuando en muchas ocasiones la
situación de maltrato?, ¿ es la legislación únicamente punitiva, o
también preventiva?
En la
revisión efectuada de la literatura para consultar los modelos teóricos
que han estudiado la violencia doméstica se encuentran diferentes
teorías, las cuales pueden ser reagrupadas según materias para
clarificar el análisis. Entre las diferentes vertientes se encuentran
el análisis psicosocial, el análisis sociológico o sociocultural, la
filosofía, las ciencias penales, y la salud pública. Cada una de ellas
aporta, bajo un prisma distinto, su avance, de acuerdo a sus propósitos
particulares. En resumen se puede decir que son diversas maneras de
abordar el problema de la violencia. Esto conlleva un resultado muchas
veces incompleto, debido a que prevalece la fragmentación. Es decir,
cada disciplina proporciona su visión particular en la cual no están
integrados el resto de los avances logrados en el conocimiento sobre
esta materia. En cada una de estas ciencias o enfoques diferentes
encontramos propuestas de modelos diferentes, bajo los que se amparan
multitud de teorías.
Las
ciencias psicosociales sugieren que la violencia debe entenderse como la
interacción entre factores que tienen que ver con el desarrollo
psicosocial de los individuos, sus diferencias neurológicas y hormonales
y los procesos sociales que se dan a su alrededor (Reiss et. al.,
1993).
Encontramos
diferentes estrategias de aproximación a la problemática, que pueden
reagruparse a modo general en dos grupos: La que se centra en el
análisis de factores individuales y la que estudia las condiciones
socio-culturales que se encuentran detrás de la violencia.
Bajo este
esquema, se presentarán las diferentes respuestas, justificaciones y
teorías, planteadas desde distintas áreas o materias ante el análisis de
las causas, mantenimiento y consecuencias del maltrato a la mujer.
1. Análisis de factores individuales explicativos sobre el maltrato a la mujer.
Las
explicaciones que se incluirán en este apartado se centran en un único
agente causal, para explicar los motivos por los que las mujeres son
maltratadas por sus parejas. Estas explicaciones prevalecieron a
principio de la década de los setenta (aunque todavía hoy son
utilizadas).
Plantea
que la mujer maltratada tiene tendencia al masoquismo. Con este
concepto, tomado de la teoría psicoanalítica de Freud, se realizaron
multitud de investigaciones que intentaban explicar por qué las mujeres
que eran maltratadas por sus parejas permanecían en la relación
violenta, o en el caso de romper la relación, retornaban poco después o
buscaban otra relación semejante (Faulk, 1974; Shainess, 1977; Snell,
Rosenwald y Robey, 1964). Según estos estudios, las mujeres maltratadas,
buscaban y provocaban el maltrato físico o psicológico a lo largo de
toda su vida, de manera consciente o inconsciente.
Este
concepto ha sido frecuentemente criticado y rebatido en investigaciones
(Caplan, 1984; Moss, 1991, Burgard y Rommelspacher, 1992). Según Walker
(1979), el mito de la mujer masoquista es el preferido de todos aquellos
que se esfuerzan por comprender a las mujeres maltratadas. Como ha sido
el estereotipo prevaleciente durante largo tiempo, muchas mujeres
maltratadas comienzan a preguntarse a sí mismas si realmente son
masoquistas. Nosotros entendemos que este tipo de aproximaciones
constituyen una especulación sesgada y sin referentes empíricos que la
avalen.
En este
apartado habría que incluir aquellas investigaciones que mantienen la
existencia de ciertas características personales de vulnerabilidad en
las víctimas, que impiden la posibilidad de romper con la relación
violenta.
Algunas de estas características personales que, según estos estudios, implican vulnerabilidad son:
- Dependencia emocional de su pareja (Pizzey, 1974; Rousanville, 1978)
- Baja autoestima. (Carlson, 1977; Martín, 1976; Ridington, 1977-1978; Star, 1978).
- Actitudes tradicionales (Langley y Levy, 1977).
- Grandes barreras económicas (Strube y Barbor; 1983).
- No
poseer las mismas alternativas y oportunidades que los hombres
(Pagelow, 1981; Walker, 1979; Aguirre, 1985, Pfouts, 1978, Strube y
Barbor, 1984).
A nuestro
parecer algunas de estas características constituirían factores
facilitadores de posturas de evitación que podrían disminuir la
probabilidad de ruptura con el violento. Cada una de ellas de forma
independiente, no daría una explicación satisfactoria, pero todas ellas
formarían parte de un conjunto de factores que favorecerían la
existencia de violencia.
Abarcaría
los planteamientos de diferentes expertos que consideran a las mujeres
maltratadas como trastornadas mentales por aguantar la situación de
violencia (Gayford, 1975). Sin embargo, otros autores (Scheehter, 1987;
Rosewater, 1988; Hermann, 1992), mantienen que es el desconocimiento de
la problemática lo que dificulta poder distinguir las reacciones
psicológicas de las víctimas de violencia, de los síntomas que presentanj algunas enfermedades mentales.
En esta misma Línea Walker (1979), mantiene que este mito está
relacionado con el mito del masoquismo en el sentido de que sitúa la
maldición de los malos tratos en las mujeres con características de
personalidad negativas. La autora afirma (Walker, 1994), que los datos
que son utilizados para respaldar la existencia del trastorno, en muchas
ocasiones no son otra cosa que estrategias de afrontamiento para
protecer la integridad de la psique de las mujeres maltratadas (citada
en Villavicencio, 1999).
Las
explicaciones psiquiátricas consideran que los hombres que maltratan a
sus parejas tienen problemas de personalidad y por lo tanto no son
enteramente responsables de su conducta. El modelo psiquiátrico se
centra fundamentalmente en las características de personalidad del
agresor, por lo que las variables o factores que señala se refieren a
aspectos psicopatológicos. En este modelo se expresa el siguiente
enunciado: “el hombre que maltrata a su mujer está severamente
perturbado, explicándose la brutalidad desplegada como una conducta
patológica” (Grosman, 1992).
La
crítica que se ha planteado hacia este modelo es la que sólo toma
variables intrínsecas al hombre sin considerar otros aspectos (sociales,
culturales, etc.) dando como motivo para el ejercicio de la violencia
una razón individual.
Este
modelo explicativo también considera el consumo abusivo de alcohol y/o
drogas como factor decisivo a tener en cuenta ante la conducta del
maltratador (Byles, 1978; Fagan et al., 1983; Rosenbaum y O´Leary,
1981; Hanks y Rosenbaum, 1977). Sabemos por experiencia , que algunos
casos de malos tratos están vinculados al consumo de drogas y alcohol ,
pero que sin embargo otros muchos no lo están y por tanto, a nuestro
juicio, esta no podría ser un explicación generalizable.
Por
último, el estrés, la frustración dentro de la unidad familiar y el
estrés social, al que los miembros de la unidad familiar están
expuestos, son también considerados como causa del maltrato ( McCubbin
et al., 1980; Gelles, 1980; Farrington, 1986).
Hay que
señalar que tanto la psiquiatría tradicional, que mira al sujeto a
través de un cuadro psicopatológico, el psicoanálisis, que interpreta la
conducta violenta como “descarga” de los impulsos agresivos y la
terapia sistémica, que iguala víctima y victimario como participantes
del mismo sistema, han sido fuertemente criticados porque favorecen la
justificación de la violencia y le restan responsabilidad a quien la
ejerce.
2. Modelo sociocultural.
2.a) Explicaciones y teorías explicativas sobre las causas de los malos tratos.
Estas
teorías consideran que la violencia entre la pareja está provocada por
factores sociales. El principal factor aplicativo de este fenómeno,
sería la estructura social patriarcal autoritaria.
Según este
enfoque, la aceptación general de la violencia como un método de
resolución de conflicto dentro de la familia y de la comunidad, unido a
la desigualdad estructural dentro de la familia y de la comunidad,
serían las causas fundamentales de la violencia doméstica.
Este
modelo mantiene que la violencia es la consecuencia de la estructura de
la sociedad global. Las creencias y los valores culturales determinan en
gran medida la aparición de los malos tratos.
En estas
teorías podríamos incluir Teorías del Control Social, cuyo interés
radica en explicar los motivos que dominan el comportamiento respetuoso
de la Ley. Esta teoría desarrollan diversas posiciones doctrinales
(Teoría del arraigo social, Teoría de la conformidad diferencial, Teoría
de la contención, Teoría del control interior, Teoría de la
anticipación diferencial, etc.), las cuales no vamos a desarrollar por
referirse a explicaciones del comportamiento delictivo del individuo.
Dentro de las teorías sociológicas encontramos diberentes orientaciones:
2.a.1.1. Teoría de los Recursos (puede ser incluida en la orientación sistémica).
Considera a la agresión como forma de poder, justificando que cuando
este poder es cuestionado, entonces la violencia se ejerce como una
forma de detentarlo y sostenerlo. La base fundamental de un postulado de
esta teoría requiere la idea de poder que tiene su expresión en la
desigualdad existente entre la relación hombre-mujer
2.a.1.2. Posición feminista radical.
Mantiene que la violencia hacia la mujer es característica de la
posición social planteada por el patriarcado, en la cual la hegemonía
cultural y política de los hombres se apoya sobre el control social de
las mujeres. En este esquema no hay una distinción entre estructura de
poder y empleo de la violencia, ésta se empleará siempre que sea
necesario mantener el control de la situación, en el caso de que el
poder se haya visto cuestionado.
El
feminismo radical ha sido expuesto por Catherine MacKinnon (1983,
1995), quien sostiene que la estructura fundamental de la sociedad es el
género, siendo esta la forma en que se divide la sociedad entre los que
tienen el poder y los que no lo tienen, siendo los hombres los que lo
tienen y lo ejercen a través de lo que es considerado como femenino y su
libre acceso a la sexualidad femenina. Las mujeres por el contrario, no
tienen el poder, encontrándose sometidas y sin poder identificarse
libremente (MacKinnon, 1995).
2.a.1.3. Teoría del Estrés.
Relaciona los malos tratos con el estrés y la frustración. El estrés
existente en el individuo, viene motivado por diferentes factores
sociales y familiares, que hacen que el individuo reaccione de foria
violenta dentro de la unidad familiar.
Algunos autores explican los malos tratos como resultado del estrés y la
frustración producidas en la unidad familiar (McCubbin et al., 1980).
Otros autores mantienen que la violencia familiar está directamente
relacionada con el estrés social y que existe una relación entre los
diferentes tipos de violencia familiar y situaciones estresantes
específicas (Gelles, 1980). En esta línea, Farrington (1986) desarrolló
un modelo general de estrés para explicar la etiología de la violencia,
el cual está compuesto por un estímulo estresor, una demanda objetiva,
una demanda subjetiva, la capacidad de respuesta del individuo o sistema
social para responder al estímulo, las respuestas de afrontamiento del
individuo o sistema, los cambios en el nivel de estrés del individuo o
sistema a causa de la experiencia estresante y por último, las posibles
consecuencias de la experiencia estresante.
2.a.2. Teorías psicosociales:
2.a.2.1. Basadas en las escuelas de Orientación Sistémica.
Bajo el planteamiento sistémico, el sistema queda conformado por una
persona que maltrata y la otra sostiene ese tipo de relación. Bajo esta
premisa cabe pensar que la intervención tiene que realizarse sobre el
sistema o sobre uno de los miembros que sostiene y da continuidad al
mismo. Considera pues que “la agresión es el resultado de cierto estilo
de interacción conyugal”, dejando traslucir que la que la víctima es
quien invitaría al ejercicio de la violencia con el objeto de sostener
el sistema que la contiene.
La teoría sistémica considera a la familia como un sistema adaptativo
orientado hacia una meta y se centra en los procesos que causan y
mantienen la violencia familiar (Giles- Sims, 1983)
Dentro de esta teoría existen diversas tendencias que centran su atención en diferentes características del sistema:
- Violencia
como resultado del aumento del estrés en el sistema, donde la explosión
de la violencia hace que el sistema vuelva a su estado homeostático
hasta que de nuevo el estrés aumente otra vez (Hoffman, 1981;
Rousanville, 1978).
- Equilibrio
de poder en la familia. El marido, se siente amenazado por una mujer
mucho más preparada que él, por lo que ha de recurrir a la violencia
para mantener su status dominante (Gelles, 1972; Goode, 1971;
Steinmetz, 1977).
Explicación de la Violencia conyugal desde una perspectiva sistémica.
2.a.2.1.1. Teoría general de sistemas.
Término
acuñado por Ludwig von Bertalanffy (1901-1972), quien consideró que “la
Teoría General de Sistemas debía constituirse en un mecanismo de
integración entre las ciencias naturales y sociales y ser al mismo
tiempo un instrumento básico para la formación y preparación de
científicos”.
Entre los objetivos de esta teoría eran fundamentalmente promover la
unidad de la ciencia a través de principios conceptuales y metodológicos
unificadores, facilitando las transferencias entre los diferentes
campos o materias.
Esta teoría “identifica los sistemas como conjuntos de elementos que
guardan estrechas relaciones entre sí, que mantienen al sistema directo o
indirectamente unido de modo más o menos estable y cuyo comportamiento
global persigue, normalmente, algún tipo de objetivo. Esas definiciones
que nos concentran fuertemente en procesos sistémicos internos deben,
necesariamente, ser complementadas con una concepción de sistemas
abiertos, en don`e queda establecida como condición para la continuidad
sistémica el establecimiento de un flujo de relaciones con el ambiente”
(Bertalanffy, 1959). Es decir, el planteamiento de esta teoría radica en
entender al entorno y al individuo como sistemas que forman parte de un
todo, donde el objetivo principal es alcanzar la estabilidad del
sistema a través de los procesos homeostásicos, los cuales interaccionan
con el ambiente.
2.a.2.1.2. Teoría de las relaciones.
Este modelo considera la violencia un problema familiar, no sólo de pareja.
Diferencia dos tipos de relaciones, en las que se dan distintas formas de violencia.
Relación simétrica: golpes y agresiones recíprocas:
La
conducta y las aspiraciones de los individuos o grupos se basan en el
esfuerzo para lograr la igualdad y la reducción al mínimo de las
diferencias entre sus partes
Relación complementaria:
En ella se produce violencia “castigo”. La conducta y las aspiraciones
de los individuos o grupos difieren, pero se ajustan mutuamente en un
equilibrio dinámico.
2.a.2.1.3. Teoría de la relación simetría-complementariedad.
Aquí
habría que considerar los conceptos sistémicos de morfogénesis y
morfostasis, siendo ambos explicativos del planteamiento realizado, por
lo que definiremos ambos términos:
El
primer concepto explica la formación y desarrollo de las estructuras
de un sistema familiar y de las reglas que rigen en ella y el segundo,
es decir, la morfostasis, se entiende como la capacidad de un sistema
para mantener su estructura y sus reglas de funcionamiento en un
ambiente cambiante, es decir, a pesar de que cambien las circunstancias
en el grupo, se mantienen las mismas reglas).
Este
modelo presenta dos premisas que explicarían la violencia: Aprendizaje y
refuerzo temprano de la conducta violenta y establecimiento de reglas
rígidas en el sistema marital.
Como
las posibilidades de la pareja de mantenerse en una estructura
complementaria rígida son escasas, es altamente probable que desacuerdos
menores lleven a acciones violentas.
2.a.2.1.4. Teoría de los Recursos.
William Goode (1971) plantea que la familia, es un sistema de poder como
otro cualquiera y cuando una persona no encuentra otro recurso, existe
mucha probabilidad de que utilice la violencia para mantener su poder.
Se consideran recursos a un conjunto de variables tales como económicos,
inteligencia, saber, prestigio, respeto, autoridad, violencia, etc. La
violencia puede ser un recurso como defensa contra la frustración.
Esta teoría fue la primera aproximación teórica aplicada a la violencia familiar (Strube, 1988).
2.a.2.1.5. Teoría del intercambio.
Planteada por Gelles (1983), basándose en la teoría del aprendizaje sobre el intercambio y en la teoría del control social.
Bajo
la premisa de la psicología del aprendizaje de que todos los seres
humanos buscan el refuerzo y evitan el castigo, Gelles propone un modelo
de interacción personal basada en un intercambio de refuerzos. La
Teoría del intercambio postula que los individuos actúan de acuerdo con
los beneficios reales o percibidos que reporta continuar con una
relación. En este intercambio, la persona con menos poder es la más
dependiente, sin embargo, la más poderosa es posible que también busque
maximizar los beneficios y minimizar las aportaciones a la relación.
2.a.2.2. Teorías que toman como base las teorías del aprendizaje social.
2.a.2.2.1. Teoría del aprendizaje social.
Las
Teorías del Aprendizaje Social plantean que la comisión de los delitos
es una conducta aprendida a partir de la interacción social en el
contexto de grupos pequeños, realizado mediante un proceso socializador
en el que se transmiten los elementos culturales propios de sectores
criminales.
Esta
teoría mantiene que el ser humano aprende las conductas de su medio y
luego en la vida adulta las repite como resultado de aprendizaje,
imitación y/o identificación.
Esta
teoría considera la existencia de una estrecha relación entre la
violencia sufrida por los protagonistas durante su infancia y la
agresión desplegada o sufrida en la vida conyugal, lo que según ciertos
autores, proporciona un marco teórico importante para poder comprender
la correlación entre una historia de violencia familiar y el convertirse
en víctima o agresor en el futuro (Bandura 1973, 1975; Bandura, Ross y
Ross, 1961).
2.a.2.2.2. La teoría de la violencia transgeneracional.
Esta
teoría plantea que la violencia familiar es una conducta aprendida y
pasada de generación en generación. Así, el niño que fue una vez abusado
o maltratado por parientes, continúa el ciclo de violencia cuando ellos
son viejos (Belmonte, 1995). Estos modelos consideran la experiencia
temprana de violencia en el hogar como un factor fundamental o
complementario, para explicar la génesis de este fenómeno.
Con
respecto a esta teoría, hay que decir que no se sostiene empíricamente.
Puede ser un elemento condicionante, un factor de riesgo, pero nunca un
factor determinante para ser violento contra otras personas, ni para
convertirse en un futuro en víctima de dicha violencia.
2.a.2.2.3. Modelos ecológicos.
Su estructura teórica engloba e integra todas las variables planteadas por cada uno de los modelos mencionados anteriormente.
Este
modelo, planteado por Urie Brofenbrenner (1977, 1979), explica el
desarrollo humano en general. Los estudiosos de la Violencia Familiar lo
utilizan para explicar la multicausalidad de la misma. El modelo se
plantea como un conjunto de sistemas donde el ser humano se desarrolla a
lo largo de su vida, cada uno de los cuales se incluyen uno dentro de
otro. La visión del problema desde esta perspectiva, permite tener una
visión y conocimiento global de la totalidad del contexto del individuo.
Para este modelo, cada persona se halla en una realidad que consiste en un número de sistemas de diferentes niveles.
Donald
Dutton (1988), desarrolló su teoría ecológica para entender la violencia
familiar basándose en el modelo de Brofenbrenner (1977), el cual
plantaba que el contexto social se podía dividir en microsistema,
exosistema y macrosistema.
La
aportación de Dutton (1988), fueron los factores del nivel ontogenético,
donde se podrían incluir aquellos factores relativos al desarrollo
individual de cada persona y de su historia de aprendizaje.
En síntesis, el modelo ecológico de Brofenbrenner (1977) plantea los siguientes niveles:
El microsistema:
Formado por todas los factores que conforman las relaciones personales
de los individuos (la familia, los amigos y obviamente, el individuo
mismo). En cuanto al análisis de la violencia se investiga la historia
de violencia en su familia de origen, el aprendizaje de resolución
violenta de conflictos, autoritarismo en las relaciones familiares, baja
autoestima, aislamiento, etc. Si analizamos la violencia familiar desde
este modelo, en este apartado encontramos estructuras familiares
autoritarias, con fuerte disociación entre el mundo público y el mundo
privado, con cierto grado de aislamiento social, con contextos violentos
en las familias de origen, falta de acuerdos básicos en la conformación
de la pareja conyugal, entre otros.
El exosistema:
Este sistema contiene al anterior y abarca todo lo relativo a las
instituciones sociales donde un individuo realiza sus actividades de
desarrollo (la escuela, la iglesia, la justicia, el sistema de salud,
etc). En cuanto al análisis de la violencia, se investiga la
legitimación institucional de la violencia, modelos violentos (medios de
comunicación), carencia de legislación adecuada, escasez de apoyo
institucional para las víctimas, déficit en la formación de
profesionales para atender la violencia, etc.
El macrosistema:
Engloba al exosistema que a su vez contiene al microsistema. El
macrosistema se podría considerar como el sistema de la cultura, y
analizaría las creencias y valores culturales acerca de la mujer, el
hombre, la familia, los hijos; la concepción del poder y la obediencia;
las actitudes hacia el uso de la fuerza para la resolución de
conflictos; los conceptos de roles familiares, derechos,
responsabilidades; la idea del patriarcado, etc.
Sin duda,
el macrosistema ha sido el centro de atención de las investigaciones
sociológicas, investigando la forma en que creencias y valores
culturales influye en el desarrollo de los individuos (factor
ontogenético), en el ambiente (exosistema) y en las relaciones
familiares de los individuos (microsistema).
Este
modelo, como ya dijimos anteriormente, es el que nos permite entender
que la violencia hacia la mujer, o la violencia familiar en general, no
es un fenómeno que pueda entenderse y/o explicarse por una unicausalidad
sino por una multicausalidad.
Según
Dutton (1988), la violencia hacia la mujer se explica por el sistema
patriarcal que genera en los hombres la actitud de superioridad ante
los derechos de la mujer. El autor plantea que los factores
ontogenéticos (historia de aprendizaje individual de cada individuo) son
los que determinan el tipo de respuesta que la persona manifestará
contra los estresores del microsistema y del exosistema.
Existe en
los últimos tiempos una clara tendencia en los investigadores, de
utilizar un “marco de referencia ecológico” para comprender la
interacción de los factores personales, situacionales y socioculturales
que se combinan para causar abuso (Dutton, 1995; Heise, 1998) ya que en
este modelo, la violencia contra la mujer resulta de la interacción de
factores en diferentes niveles del medio social.
2.a.2.2.4. Teoría feminista
Los
teóricos e investigadores feministas sostienen que la “violencia contra
la mujer” es una consecuencia de la adquisición de la identidad de
“género”, en la cual los varones son socializados para dominar y agredir
a los hombres más débiles y a las mujeres (Callirgos, 1996; Corsi et
al.,1995; Dobash y Dobash, 1979; Pagelow, 1984; Yllö, 1988).
Según el planteamiento realizado por estos investigadores, la sociedad patriarcal alberga a la “familia patriarcal”, donde
el padre es el proveedor económico y el símbolo de autoridad en el
hogar. Es decir, la Teoría Feminista postula que los procesos
económicos, sociales e históricos se desarrollan directa e
indirectamente para mantener el orden patriarcal, tanto en el ámbito
familiar como social, concibiendo el patriarcado como una estructura
social basada en una desigualdad de poder, la cual subordina a la mujer.
Según el
planteamiento realizado por esta teoría, la violencia ejercida contra la
mujer se convierte en el mecanismo utilizado para mantener esta
situación de inequidad y subordinación.
Diferentes
autores (Campbell et al., 1992; Counts, Brown y Campbell, 1992;
Kauffman, 1989, Stark y Flitcraft, 1996) consideran la violencia
familiar, una acción necesaria para mantener el dominio basado en el
“género” en aquellos momentos y lugares en los cuales el hombre ve
amenazado su poder y autoridad.
Críticas a
este modelo las encontramos con autores como Dutton (1994) que realiza
un análisis de diferentes estudios bajo la perspectiva de su teoría
ecológica.
2.b) Teorías
psicológicas que explican los mecanismos psicológicos que actúan en la
situación de maltrato. Explicaciones para el comportamiento paradójico.
En este
apartado se van a incluir todas las teorías planteadas hasta el momento
que intentan explicar los motivos por los que una mujer maltratada no
rompe con su pareja para evitar así continuar recibiendo malos tratos.
En muchas
ocasiones, cuando se pregunta directamente a la víctima de malos tratos
qué motivos son los que le impiden romper con el agresor, plantea
diferentes inconvenientes relacionados con la economía, los hijos, la
familia, el miedo a futuras represalias, etc, los cuales se convierten
en trabas para tomar
la decisión. En otras ocasiones, la mujer manifiesta de forma directa
que todavía existe una dependencia emocional de su pareja, aunque
incluso a ella le cueste creer que todavía pueda existir algo de afecto.
Otras veces, la mujer no es consciente de que existe dependencia
emocional, pero las/los profesionales sí que la detectamos.
Existen
ciertas teorías que estudian los mecanismos psicológicos que actúan en
las relaciones de pareja donde existe maltrato. Algunos teóricos
mantienen que existen mecanismos de afrontamiento cuya finalidad
última es salvaguardar la salud mental de la mujer, por lo que ante una
situación de violencia, actuarán para conseguir este objetivo
(Seligman,1991,1994).
La duda se
plantea, cuando conociendo los diferentes mecanismos de afrontamiento
del ser humano, hay que diferenciar el momento en que la persona
prioriza sobre salvaguardar su integridad física, o su integridad
psicológica. Se podría plantear que la respuesta es clara, ya que el ser
humano posee el instinto de conservación que le lleva a defenderse de
los ataques que le pueden ocasionar daños graves, llegando incluso a la
muerte ¿Por qué entonces algunas mujeres maltratadas controlan o anulan
este instinto?
Sin entrar
en discusión se van mencionar las principales teorías que sirvieron
para investigar este tema en un principio y que todavía hoy se siguen
utilizando.
<+span>2.b.1. Teoría del Ciclo de la Violencia:
Leonore
Walker (1979), realizó un estudio que resulta interesante para la
comprensión e intervención de la violencia conyugal. Utilizando el
modelo de la teoría del aprendizaje social, Walker investigó por qué las
mujeres golpeadas no pueden visualizar alternativas para salir de la
situación de maltrato.
Walker
mantiene que estas mujeres fueron maltratadas en etapas iniciales de su
relación y pese que al principio realizaron intentos por cambiar la
situación, siempre obtuvieron como resultado el fracaso. Según Walker,
tal situación puede ser analizada desde la perspectiva de la Teoría de
Seligman, sobre la “indefensión” o la “desesperanza aprendida”, donde en
el proceso de indefensión, la mujer renuncia a tratar de efectuar
modificaciones, aprende a vivir asustada y a creer que es imposible
producir un cambio en la situación conyugal.
Teoría de la indefensión aprendida
Esta teoría fue desarrollada por Seligman (1975), a partir de experimentos hechos con animales en laboratorio.
Los
animales (en un principio perros, y posteriormente ratas, gatos y peces)
recibían descargas eléctricas moderadamente dolorosas. La duración,
terminación e intensidad eran determinadas por el experimentador. Las
pruebas experimentales mostraron que cuando un organismo ha
experimentado una situación traumática que no ha podido controlar, su
motivación para responder a posteriores situaciones traumáticas
disminuye. Con estos hallazgos, Seligman formuló su teoría según la cual
“cuando una persona o un animal se enfrenta a un acontecimiento que es
independiente de sus respuestas, aprende que ese acontecimiento es
independiente de sus respuestas” (Seligman, 1975).
La indefensión aprendida (Learned Helplessness), conocida también como la desesperanza aprendida,
es producida por el aprendizaje de que las respuestas y el
reforzamiento son independientes, es decir, que los eventos son
independientes de su conducta. Este autor junto con Maier, realizó sus
experimentos con perros como sujetos de estudio y posteriormente con
ratas (Maier, 1967; 1974). Otros autores, como Seward y Humprey (1967),
lo hicieron con gatos y Seligman e Hiroto con humanos.
Las
conclusiones a las que estos investigadores llegaron fueron similares y
básicamente proponen que la exposición a acontecimientos incontrolables
produce indefensión debido al desarrollo de una expectativa según la
cual estos acontecimientos son independientes de la conducta. Una vez
que los animales y las personas adquieren la creencia de que no pueden
influir sobre los acontecimientos aversivos sobreviene la indefensión.
Esta teoría tuvo problemas al intentar aplicarla sobre seres humanos por dos motivos principales:
1º- No
diferenciaba entre “Indefensión universal” e “Indefensión personal”, es
decir, no diferenciaba casos donde las consecuencias eran incontrolables
para todos los sujetos, de los casos en que únicamente lo era para
algunos.
2º- No explicaba si la indefensión sería global o específica, crónica o temporal.
Posteriormente
otros autores reformulan la teoría para poder aplicarla a seres humanos
(Abramson, Seligman y Teasdale, 1978). Para ello se basan en una
revisión de la Teoría de la atribución, explicando que al percibir la no
contingencia, se produce un proceso de atribución causal para explicar
la incontrolabilidad de los hechos
Con este
enfoque y su experiencia de trabajo con mujeres maltratadas, Walker
(1984), investigó las claves psicológicas y los factores sociales que
componían el Síndrome de la Mujer Maltratada, al que denominó
así para referirse a aquellos síntomas psicológicos relativos a vivir en
una relación donde haya maltrato. Esta autora desarrolló su teoría del Ciclo de la violencia conyugal (1979), teoría
que aporta elementos de gran valor para la comprensión de la
interacción violenta entre un hombre maltratador y una mujer maltratada.
Estudios actuales critican que el Síndrome de la Mujer Matratada
puede implicar ubicar a la mujer víctima de malos tratos en una
posición de pasividad, e indica que el énfasis se ha de situar en
soluciones individuales para la violencia doméstica en vez de
explicaciones inadecuadas que marquen las desigualdades estructurales de
la sociedad americana (Rothenberg, 2003).
Fases del ciclo de violencia:
El ciclo
de la violencia se puede describir en tres fases que varían tanto en
duración como en intensidad para una misma pareja y entre distintas
parejas:
1) Fase de acumulación de tensión.
2) Fase de explosión de violencia, o fase aguda.
3) Fase de arrepentimiento o “luna de miel”.
A continuación se describen las características de cada una de estas fases:
1) Estadío de acumulación de tensión:
Acumulación de diferentes incidentes, que van aumentando la hostilidad en la pareja.
La mujer
intenta evitar la discusión, minimiza los incidentes conflictivos entre
la pareja, atribuye a factores externos los motivos por los que su
pareja está violenta (estrés laboral, social, etc.) y esto le conduce a
la idea de que ella no puede hacer nada para cambiar la situación.
Con el
tiempo, la tensión entre la pareja aumenta y también la frecuencia de
los incidentes violentos físicos y psíquicos. En la mujer de forma
progresiva va aumentando la rabia y poco a poco, disminuye el control
sobre sí misma y la situación. Muchas parejas permanecen en esta primera
etapa durante largos períodos de tiempo, pero pese al deseo individual o
compartido de evitar la fase aguda, cualquier circunstancia o evento
externo puede romper el delicado equilibrio.
2) Estallido de la violencia.
Momento en
que finaliza la acumulación de tensiones y el proceso ya no responde a
ningún control. El hombre acepta que su rabia no tiene límite y la mujer
también. Durante esta fase se produce la agresión psíquica y/o física
sin límites.
La
información que se tiene de esta segunda fase es la proporcionada por
las mujeres, ya que generalmente, aunque esto está cambiando por los
programas que se llevan a cabo actualmente con los agresores, no se
cuenta con los testimonios de los hombres maltratadores.
Finalizada
esta fase, se produce una situación de calma, de shock, negación e
incredulidad de que el episodio haya realmente sucedido.
3) Fase de arrepentimiento o luna de miel.
Esta fase
se caracteriza por el arrepentimiento y demostración de afecto del
agresor, el cual manifestando actitud de arrepentimiento, intenta volver
a recuperar la confianza y el amor de su compañera.
El fin de
la segunda fase y la entrada en la tercera es algo muy deseado por ambos
miembros de la pareja. El hombre se disculpa por el comportamiento
agresivo manifestado, expresando su arrepentimiento y su deseo de
cambiar de actitud, así como la promesa de no volver a repetirlo en el
futuro. La esperanza y el deseo de la mujer de que realmente sea cierto
lo que promete su pareja, hace que perdone lo ocurrido y prosiga con la
relación.
Sin
embargo, a lo largo del tiempo que dure la relación de pareja, estos
episodios se repiten preservando cada vez un período más corto entre
ellos y generalmente van aumentando a lo largo del tiempo en intensidad.
En cuanto a
la aparición de la violencia, Walker (1984), señala que los primeros
indicios de violencia se pueden presentar ya durante el noviazgo, la
luna de miel o coincidiendo con el nacimiento del primer hijo. No hay
que olvidar, que en la mayoría de ocasiones, la violencia física va
precedida por la psicológica, con menosprecios, insultos, y
humillaciones. Progresivamente, las agresiones psicológicas van
aumentando hasta llegar a la agresión física.
2.2.3.2.b.2.Teoría de los costes y beneficios
Basándose
en el modelo de Thibaut y Kelley (1961), Pfouts (1978) plantea la teoría
de los costes y beneficios, sugiriendo que la decisión de dejar la
relación violenta depende del hecho de que el beneficio total de esa
decisión sea mayor que el costo de permanecer en la situación. Según el
planteamiento realizado por esta teoría, la mujer maltratada toma una
decisión en dos fases. En la primera analiza todos aquellos beneficios
que le reporten estar con su pareja tales como estabilidad económica,
familia unida, calidad de vida, etc., planteándose en la segunda fase si
logran compensar los costes generales de sufrir una situación de
violencia con presencia de daño emocional, humillaciones y demás tratos.
Según el planteamiento realizado por esta teoría, las respuestas de
afrontamiento de la mujer maltratada vendría determinado por el análisis
de los costes y beneficios realizado por la mujer con respecto a
permanecer o abandonar la relación violenta.
2.2.3.2.b.3. Teoría de la dependencia psicológica.
Esta teoría señala que la mujer permanece en la relación violenta por el compromiso establecido a través del matrimonio.
Strube
(1988), analiza la situación basado en tres modelos teóricos que buscan
dar respuesta a este fenómeno: la teoría de costos y beneficios, la
teoría de la acción razonada y la teoría de la dependencia psicológica.
Según el
autor, la mujer únicamente saldrá de la relación violenta después de
comparar las consecuencias positivas con las negativas y de analizar las
posibilidades de éxito percibidas a través del apoyo que reciba de sus
seres queridos.
2.2.3.2.b.4. Teorías sobre el origen de los vínculos paradójicos en las relaciones afectivas donde existe violencia.
2.2.3.2.b.4.1. Teoría de la unión traumática.
Dutton y
Painter (1981), apelaron a las claves afectivas o emocionales que
aparecen en el contexto del entorno traumático para explicar la
ocurrencia de estos vínculos paradójicos entre víctima y agresor. Según
estos autores, desequilibrio de poder e intermitencia en el tratamiento
bueno-malo, son los dos factores que provocan que la mujer maltratada
desarrolle un lazo traumático con el agresor a través de conductas de
sumisión, lealtad y docilidad. Según Dutton y Painter, el abuso crea una
dinámica de dependencia en la pareja debida al efecto asimétrico sobre
el equilibrio de poder, produciéndose un vínculo traumático por la
alternancia de refuerzos y castigos.
2.2.3.2.b.4.2. Tratamiento factorial de Graham.
La teoría
de Graham, fue diseñada para detectar la aparición de síntomas del
síndrome de Estocolmo en mujeres jóvenes sometidas a abuso por parte de
sus compañeros sentimentales y está basada en la idea de que el síndrome
es el producto de un tipo de estado disociativo que lleva a la víctima a
negar la parte violenta del comportamiento del agresor mientras
desarrolla un vínculo con el lado que percibe más positivo, ignorando
así sus propias necesidades y volviéndose hipervigilante ante las de su
agresor (Graham y Rawlings, 1991, 1995).
2.2.3.2.b.4.3. Síndrome de Adaptación Paradójica a la Violencia Doméstica.
Este
síndrome está basado en la estructura teórica del Síndrome de Estocolmo
(llamado así debido a que tras un atraco a un Banco de Estocolmo, una
cajera se enamoró de uno de los atracadores). Sandor Ferenczi
(1873-1933) llamó a este mecanismo de defensa psíquico “identificación
con el agresor”, aunque la creación de este concepto gejeralmente ha
sido atribuída a Anna Freud, hija de Freud. Este mecanismo psicológico
es entendido como vínculo que se crea cuando una persona que se
encuentra en una situación donde su vida corre peligro, impotente frente
a su agresor, llega a identificarse con este como medio para alejarse
del peligro al entender la situación desde la postura del agresor.
Recientemente, Montero (1999) define el Síndrome de Estocolmo Doméstico, redefiniéndolo poco después al llamado Síndrome de Adaptación Paradójica a la Violencia Doméstica (Montero, 2001). Este síndrome, ha sido desarrollado como modelo aplicable al ámbito de la violencia ejercida contra la mujer.
Basándose
en el Síndrome de Estocolmo, entendido como el conjunto de mecanismos
psicológicos que determinan la formación de un vínculo afectivo de
dependencia entre las víctimas de un secuestro y sus captores y
sobretodo, a la asunción por parte de los rehenes de las ideas,
creencias, motivos o razones que esgrimen sus secuestradores para llevar
a cabo la acción de privación de libertad (Strentz, 1980), Montero
explica la actuación de muchas mujeres maltratadas, que ante los malos
tratos a las que son sometidas, no reaccionan con intentos de ruptura y
evitación, sino que desarrollan unos vínculos afectivos fuertes hacia
sus agresores, justificándolos y protegiéndolos (Montero, 1999).
Según el autor, el Síndrome de Estocolmo Doméstico (SIES-d) se define como:
“un vínculo
interpersonal de protección, construido entre la víctima y su agresor,
en el marco de un ambiente traumático y de restricción estimular, a
través de la inducción en la víctima de un modelo mental” (Montero, 2000ª).
Es decir,
una red intersituacional de esquemas mentales y creencias, en el que la
víctima sometida a maltrato desarrollaría el SIES-d para proteger su
propia integridad psicológica y recuperar la homeostasis fisiológica y
conductual. Según el autor, la caracterización del SIES-d vendría
determinada por un patrón de cambios cognitivos, su funcionalidad
adaptativa y su curso terminal como resultado de un proceso reactivo
acaecido en la víctima ante la situación traumática. El proceso
abarcaría cuatro fases:
Fase desencadenante, fase de reorientación, fase de afrontamiento y fase de adaptación.
El SIES-d,
como un tipo de trastorno de adaptación, sería el responsable del
efecto paradójico encontrado en muchas mujeres que sufren maltrato en
sus hogares, según el cual las víctimas defenderían a sus agresores como
si la conducta agresiva que exhiben hacia ellas fuera el producto de
una sociedad injusta y estos mismos esposos fueran víctimas de un
entorno que los empujara irremediablemente a ser violentos (Montero,
2000ª).
Posteriormente,
Montero (2001) modifica la terminología para referirse a esta reacción
emocional de las mujeres maltratadas, denominándolo Síndrome de Adaptación Paradójica a la Violencia Doméstica (SAPVD). El
síndrome APVD, aparece como nuevo concepto proveniente de la aplicación
al ámbito de la violencia contra la mujer en el entorno doméstico del
modelo teórico desarrollado por Montero (1999, 2000ª, 2000b) para el
Síndrome de Estocolmo clásico y queda definido como “un conjunto de
procesos psicológicos que, a través de las dimensiones de respuesta
cognitiva, conductual y fisiológico-emocional, culmina en el desarrollo
paradójico de un vínculo interpersonal de protección entre la mujer
víctima y el hombre agresor, en el marco de un ambiente traumático y de
restricción estimular, a través de la inducción de un modelo mental, de
génesis psicofisiológica, naturaleza cognitiva y anclaje contextuah, que
estará dirigido a la recuperación de la homeostasis fisiológica y el
equilibrio conductual, así como a la protección de la integridad
psicológica, en la víctima”.
2.2.3.2. c) Modelos explicativos del estrés en la situación de maltrato.
Estos
modelos son los más representativos de los utilizados habitualmente en
las investigaciones con mujeres maltratadas y están recogidos en la
publicación de Villavicencio (1999) donde son explicados de forma
detallada. Para nuestra investigación será suficiente una explicación
breve de cada uno de ellos, a fin de posteriormente cotejar nuestros
resultados.
2.2.3.2. c.1. Modelo de Mitchell y Hodson (1986).
Este
modelo mantiene la existencia de una relación entre los factores
personales, los factores ambientales o contextuales y las medidas de
ajuste de las mujeres maltratadas.
Según este
modelo, el estrés puede afectar de diferentes formas a la mujer que
sufre malos tratos. Estos autores analizan la forma en que se relacionan
los estresores, los recursos personales, el apoyo social, la respuesta
institucional y las estrategias de afrontamiento con el ajuste
psicológico de las mujeres maltratadas (Mitchell y Hodson, 1983, 1986)
2.2.3.2.c.2. Modelo de Lee Ann Hoff. (1990).
Este modelo postula que existe una relación interrelacional entre el estrés y la violencia, en donde se dan ciertos factores:
1) La violencia puede ser una consecuencia o respuesta posible
al estrés, por lo tanto, no está determinada o causada por él.
2) La violencia puede causar estrés y crisis en las víctimas.
3) El nivel de estrés está afectado de forma directa por la
definición o interpretación que hace la mujer de la situación, así como
del apoyo social que le brinda su red social.
MALTRATO FÍSICO, SEXUAL Y PSICOLÓGICO
|
CONTEXTO SOCIAL, POLÍTICO, CULTURAL Y ECONÓMICO
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8div>
VARIABLES MEDIADORAS DE LAS REACCIONES ANTE EL MALTRATO
Respuesta institucional;
Recursos internos; Recursos tangibles y apoyo social; Factores
aprendidos y médicos; Estresores adicionales actuales; Aspectos
positivos de la relación.
|
Estrategias de escape, evitación y de supervivencia ante los malos tratos.
|
Consecuencias psicológicas de los malos tratos
|
Lo destacable de este modelo, para la realización de esta
investigación, es que la autora considera relevante la atención a las
estrategias utilizadas por la mujer maltratada para escapar o sobrevivir
a los malos tratos, ya que en multitud de ocasiones, las
investigaciones se centran en encontrar los motivos que impiden a la
mujer abandonar o romper la relación con el violento, sin atender a las
respuestas que dan las mujeres para protegerse física y/o
psicológicamente. Según Dutton (1992) se deben de examinar la
efectividad de las estrategias utilizadas, al igual que el tipo de
consecuencias obtenidas con su utilización.
2.2.3.2.c.4. Modelo de Nurius, Furrey y Berliner (1992).
Según estas autoras (1992), la capacidad de afrontamiento es un
factor que media en la forma en que las personas responden a una amenaza
personal. Para que este proceso de afrontamiento se ponga en
funcionamiento, es necesario que se perciba la amenaza, así como la
propia capacidad de respuesta. Si se poseen las estratecias, pero la
persona carece de recursos de afrontamiento, las estrategias serán
insuficientes ante la crisis.
2.2.3.2.c.5. Modelo de Villavicencio Carrillo (1996).
Este modelo está fundamentado básicamente en los modelos de Mitchell y
Hodson (1983, 1986), Mary Ann Dutton (1992) y Lee Ann Hoff (1990). El
objetivo principal de este modelo era analizar como las variables
relacionadas en el proceso de malos tratos (variables mediadoras de tipo
personal y contextual, estrategias de afrontamiento, etc.) se
relacionaban de forma directa o indirecta con la salud mental y física
de las víctimas. (Villavicencio, 1999).
2.3. Nivel Jurídico.
Desde el punto de vista legal, la violencia reviste interés en tanto
sea un hecho criminal, es decir, en cuanto se viole una ley. Desde esa
perspectiva no todo hecho violento es criminal y no todo hecho criminal
es violento.
Además, para la ley es fundamental la determinación de la
intencionalidad, entendida esta en un preciso sentido de premeditación,
de manera que el establecimiento de si hubo o no intención en la
comisión de un acto violento es un elemento fundamental para la
atribución de culpabilidad y aquellos actos en que concurren
premeditación, alevosía y ventaja se consideran y sancionan de diferente
manera que aquellos en los que no se dan estas condiciones.
Así, la violencia en la perspectiva legal se concibe como un proceso
producto de la voluntad individual, lo que permite a los legisladoras
atribuir la responsabilidad en la ejecución del acto violento. Como
consecuencia lógica de lo anterior, el interés de aquellos se ha
centrado sobre todo en el agresor y no en la víctima (Morillas, 2002).
Uno de los problemas que genera la perspectiva legal es que si bien
es cierto que constituye un marco para mantener el orden social, es
limitada en la medida en que aísla el hecho violento del contexto social
en el que éste se genera. Así, las acciones legales relacionadas con la
violencia son fundamentalmente punitivas (aunque se consideran
preventivas en el sentido de que son formas de disuadir a posibles
criminales o que, al recluir a algunos de ellos, se disminuye el número
de delitos que los mismos habrían cometido en caso de estar en libertad)
y no tanto correctivas o preventivas. Ejemplos los encontramos en el
informe de la Fiscalía General del Estado sobre el tratamiento
jurisdiccional de los malos tratos familiares (
Informe de la Fiscalía General del Estado sobre el tratamiento jurisdiccional de los malos tratos familiares en el año 1999. Madrid, 2000)
2.4. Salud Pública.
Desde la perspectiva de la salud pública, el análisis de la violencia
debe partir de la base de que se trata de un fenómeno predecible y, por
lo tanto, prevenible. Desde la perspectiva de la salud pública, la
violencia se percibe como probleia porque los actos violentos ocasionan
daño físico, discapacidad, secuelas, un gran número de años de vida
potencial perdidos y disminución de la calidad de vida. Por este motivo
los esfuerzos deben ir dirigidos a desarrollar planes integrales de
atención a estas víctimas (Warshaw et al., 2003).
La investigación en este campo se ha centrado en el estudio de la
frecuencia y gravedad de las lesiones producidas por hechos violentos,
la delimitación de grupos de riesgo y el impacto que tienen dichas
lesiones con respecto a los servicios de salud.
Metodológicamente las lesiones se han dividido en intencionales y en
accidentales o no intencionales. Al respecto, las investigaciones han
estado limitadas por problemas derivados de la Clasificación
Internacional de Enfermedades y Causas de Muerte, ya que comúnmente se
describen las lesiones como accidentes y violencias en conjunto.
Por otra parte, el análisis respecto a morbilidad se ha basado en las
lesiones que son objeto de demanda en los servicios de salud,
`esconociéndose la magnitud real del problema que incluye, además, todas
aquellas que no llegan a los servicios o que se ocultan como otras
causas.
El papel de los servicios de salud se ha centrado, sobre todo, en la
atención del daño físico, mientras que los aspectos relacionados con la
salud mental (en la víctima y en el agresor) y la prevención de la
violencia han quedado relegados (Taylor, 1997).
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Contenidos de la página extraídos de Tesis Doctoral: “FACTORES QUE FAVORECEN EL MALTRATO A LA MUJER” (Sepulveda, J., 2004).
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