México, creo en ti como en el vértice de un juramento,
Tú hueles a tragedia tierra mía,
y sin embargo ríes demasiado,
acaso porque sabes que la risa,
es la envoltura de un dolor callado.
México, creo en ti sin que te represente en una forma,
porque te llevo dentro,
sin que sepa lo que tú eres en mí,
pero presiento que mucho te pareces a mi alma,
que sé que existe, pero no la veo.
México, creo en ti, en el vuelo sutil de tus canciones,
que nacen porque sí,
en la plegaria que yo aprendí para llamarte Patria,
algo que es mío en mí,
como tu sombra que se tiende con vida sobre el mapa.
México, creo en ti en forma tal que tienes de mi amada,
la promesa y el beso que son míos,
sin que sepa por qué se me entregaron,
no sé si por ser bueno o por ser malo,
o porque del perdón nazca el milagro.
México, creo en ti sin preocuparme el oro de tu entraña,
es bastante la vida de tu barro,
que refresca lo claro de las aguas,
en el jarro que llora por los poros,
la opresión de la carne de tu raza.
México, creo en ti porque creyendo te me vuelves ansia,
y castidad y celo y esperanza,
si yo conozco el cielo es por tu cielo,
si conozco el dolor es por tus lágrimas,
que están en mí aprendiendo a ser lloradas.
México, creo en ti, en tus cosechas de milagrería,
que sólo son deseo en las palabras,
te contagias de auroras que te cantan,
y todo el bosque se te vuelve carne,
y todo el hombre se te vuelve selva.
México, creo en ti, porque nací de tí,
como la flama es compendio del fuego y de la brasa,
porque me puse a meditar que existes,
en el sueño y materia que me forman,
y en el delirio de escalar montañas.
México creo en ti, porque escribes tu nombre con la X,
que algo tiene de cruz y de calvario,
porque el águila brava de tu escudo,
se divierte jugando a los volados,
con la vida y a veces con la muerte.
México, creo en ti, como creo en los clavos que te sangran,
en las espinas que hay en tu corona,
y en el mar que te aprieta la cintura,
para que tomes en la forma humana,
hechuras de sirena en las espumas.
México creo en ti, porque si no creyera que eras mío,
el propio corazón me lo gritara,
y te arrebataría con mis brazos,
a todo intento de volverte ajeno,
sintiendo que a mí mismo me salvaba.
México creo en ti, porque eres el alto de mi marcha,
y el punto de partida de mi impulso,
mi credo ¡PATRIA!, tiene que ser tuyo,
como la voz que salva,
y como el ancla.
Ricardo López Méndez.
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